El 6 de Octubre del 2010, el diario estadunidense The Wall Street Journal publicó una entrevista que el reconocido especialista en temas de tecnología y negocios, Walter Mossberg, hiciera en conjunto con Kara Swisher al CEO de Facebook, Mark Zuckerberg, en la cual el joven multimillonario fue acorralado contra la pared. Mossberg fue particularmente incisivo alrededor de los temas de privacidad que entonces empezaron a hacer ruido, por la forma como Facebook tomaba decisiones sobre cómo tratar el contenido personal de sus usuarios. Zuckerberg titubeaba. Sudaba. Se le veía incómodo. Mossberg concedió al primer punto de Mark: el usuario puede controlar sus niveles de privacidad en los ajustes de su cuenta de Facebook. Lo que realmente el veterano periodista decía no entender, como millones de usuarios manifestaban en ese momento, era el por qué un usuario se unía a su plataforma bajo ciertas condiciones y después la empresa las cambiaba sin previo aviso.

 

Eran el inicio de los cuestionamientos alrededor de la privacidad para Facebook. Después continuaron otras medidas: la compra de Instagram, y el casi inmediato anuncio de que las fotografías ahí publicadas, podrían ser utilizadas para fines publicitarios, y algunas otras que han continuado, hasta lo rebelado durante esta semana: que en el año 2012, Facebook llevó a cabo un experimento con las emociones de los usuarios, sin previo aviso.

 

La red social más grande del mundo, partió de la hipótesis, que pudo comprobar con dicho experimento, que usuarios sometidos a información negativa, tenían una tendencia a escribir comentarios o posts en el mismo ánimo, y por el contrario, quienes eran expuestos a información positiva, reflejaban un mejor ánimo en la forma como interactuaban con su red de contactos en Facebook. Durante una semana, del 11 al 18 de enero de 2012, la empresa y los investigadores modificaron en secreto el sistema de algoritmos de la red para manipular los contenidos y valorar el “contagio emocional” que esto provocaba en los usuarios.

 

 

Hoy el tema ha escalado, pues en el Reino Unido se ha abierto una investigación a los responsables de la iniciativa. Facebook ha aceptado haber actuado mal, pero argumenta que todo ha sido un error de comunicación.

 

Desde el momento en que una persona decide colocar información en internet (videos, fotos, y hasta comunicaciones en texto vía correo electrónico, que podrían parecer las más seguras), está tomando una decisión que podría atentar contra la privacidad. Y eso, no es exclusivo del mundo online. Una carta escrita en papel, puede ser compartida con más gente. Es decir, los riesgos acerca de la información que “vive” en internet, no solo existen en Facebook. El gran error que la empresa de Zuckerberg está cometiendo radica en que sistemáticamente ha hecho modificaciones a sus políticas o tomado decisiones, sin el consentimiento de los usuarios. Y eso, paulatinamente ha venido construyendo una imagen en deterioro de Facebook, sobre todo, en esa audiencia masiva que hoy ha captado, y que no necesariamente tiene los conocimientos suficientes para saber que puede hacer modificaciones en la forma como se comparte su contenido, a través de una sección de Ajustes.

 

The Social Network, película de David Fincher sobre Facebook, le contó a las masas que Zuckerberg se robó la idea de la red social durante sus años de vida universitaria, para volverse millonario. Fue un primer golpe a su ética, situación que continuamente ha negado. Zuckerberg debe tener cuidado de alimentar esa idea con sus propias decisiones. Crea fama, y échate a dormir, diría el dicho.

 

Los riesgos acerca de la información que “vive” en internet, no solo existen en Facebook. El gran error que la empresa de Zuckerberg está cometiendo radica en que sistemáticamente ha hecho modificaciones a sus políticas o tomado decisiones, sin el consentimiento de los usuarios