En el Maratón de la Ciudad de México lo importante no era llegar primero, sino saber llegar. Y es que más allá de que el trono fue etíope en la categoría masculina con Daniel Aschenik (2:19:25 horas) y con Shewarge Amare en la rama femenil y un registro de 2:41:08, lo que se vivió en la capital del país fue una fiesta de 30 mil almas intentando vencer sus propios límites.

 

De ahí que en la edición 33 de la carrera del Distrito Federal, la ceremonia de premiación haya pasado inadvertida: lo importante para cada persona era ver rebasar esa línea del Estadio Olímpico Universitario, que les certificaba el tenaz reto de completar los 42 kilómetros que comenzaron en el Hemiciclo a Juárez.

 

Las pancartas de apoyo en la grada de familiares, las selfies del hallazgo y el compañerismo entre los corredores para evitar calambres, confabularon un escenario familiar, de catarsis, donde los gritos de aliento y aplausos a sí mismo eran constantes. Daba igual si eran jóvenes, mayores, hombres, mujeres o con alguna discapacidad, a todos se les iluminaba el rostro al haber pasado con éxito ese desafío personal.

 

En el ámbito profesional, México se quedó sin un representante dentro Top 10; el mejor ubicado fue el veracruzano Tomás Luna, en el lugar 11, quien prometió “luchar por estar entre los tres mejores en las próximas ediciones”. Aun así, la sonrisa de Horacio de la Vega, director general del Instituto del Deporte de la Ciudad de México, evidenciaba el éxito de la edición 2015, que aseguró, ya pone a este maratón a la altura de los mejores del planeta.

 

Autoridades del Distrito Federal reportaron que el maratonista Erick García Ramírez, de 35 años, falleció debido a un infarto, provocado por el esfuerzo que realizó en la competencia.

 

Al final, se informó que Aschenik recibirá un premio de 500 mil pesos y la clasificación directa al maratón de Boston, aunque eso no cobra tanta relevancia en una fiesta donde lo importante no era llegar primero, sino saber llegar.