Los cambios que una industria puede experimentar por el desarrollo tecnológico nos conduce a vivir escenarios muy interesantes. Es el caso de la iniciativa de Amazon de pagar a los autores de libros por cada página leída por los usuarios a partir del mes de julio.

 

En principio, no se va a aplicar a todos los libros, sino solamente a las obras editadas a través de Amazon y que están incluidos en los modelos de kindle Unlimited (club de lectura en el que los usuarios pagan cerca de once dólares por el acceso a tarifa plana con un repositorio de más de setecientos cincuenta mil libros) o Kindle Owners Lending Library (solo disponible hasta ahora en Estados Unidos, y permite tomar prestado y sin fecha de vencimiento hasta un libro al mes).

 

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Hasta ahora, Amazon destina un porcentaje a repartir entre los autores sobre el total de los ingresos obtenidos. Con este cambio pasa de pagar por descargar un libro completo a hacerlo en función de las páginas leídas. La cantidad que el autor gane será determinada por su participación en el total de páginas leídas en lugar de su participación en el total de préstamos calificados. Este concepto es algo similar a lo que ya hizo YouTube cambiando de valorar el número de visualizaciones por el de minutos de vídeo vistos. Ahora, un vídeo subirá más en los rankings cuanto más tiempo de ese vídeo sea visualizado, no solamente por el número de veces que se vea.

 

En este contexto, el concepto de libro cambia. Si pensamos en el hábito de lectura, vemos que compramos libros que nunca llegamos a leer completos, y en otros casos ojeamos algunas páginas de libros que no compramos. Con este cambio, Amazon pretende ofrecer un servicio que los usuarios valoren.

 

La verdadera ventaja competitiva es que los clientes lo consideren un servicio imprescindible, por el que están felices de pagar. La cuestión ahora es si esta iniciativa plantea obras de consumo rápido, o por entregas, o más ligadas al sensacionalismo. Quizás implique una redefinición de los géneros adaptados a esta modalidad y a soporte electrónico. La extensión del libro puede ser la que el autor desee, con la condición de que invite a seguir pasando páginas. Esta iniciativa de Amazon podría implicar una serie de nuevas oportunidades para los que tengan la capacidad de crear esos contenidos que demandan el gesto del cambio de página para seguir leyendo.

 

Por supuesto que si ahora hay que pagar por cada página se hace necesario estandarizar los tamaños de letra y los márgenes, al igual que las imágenes, así como las diferentes pantallas de los dispositivos en los que se pueda leer. Para ello Amazon ha creado el Kindle Edition Normalized Page Count (KENPC). Con esta nueva posibilidad de lectura y consumo, la literatura puede reinventarse.

 

También hay que pensar que esta iniciativa parece orientada al lector, más que al autor. Lo que quiere es que el lector pueda ojear por la biblioteca en una gran cantidad de títulos, sin que eso repercuta en el autor, que solo percibirá dinero si el libro es seleccionado por el lector para leerlo al completo.
Al fin y al cabo sucede con en las librerías físicas, donde muchos libros se abren y se leen un par de páginas, sin que finalmente se compren, y por tanto el autor tampoco cobra. Pero, claro lo que no hace la tienda física es cobrar por ojear un libro.

 

En realidad tiene sentido que Amazon cobre por páginas leídas si se considera que en el contexto de Kindle Unlimited los libros son gratis por 11 dólares al mes sin importar cuántos se lean, por lo que lo más probable es que haya muchos lectores leyendo páginas de muchos libros sin leerlos completos. Por esta razón, no importa la extensión del libro sino cuántas páginas interesantes el autor sea capaz de crear para que el lector se enganche, generando nuevas modalidades literarias. Volviendo a aquellos libros con finales diferentes y que el usuario va construyendo con su lectura, pero también con la posibilidad de crear nuevos géneros literarios específicos por este medio.