El trinomio éxito, fracaso e innovación siempre está presente en la mente de los inversionistas. El jurado tecnológico que radica en Silicon Valley, es decir los siete inversores más importantes que dominan el mundo de la tecnología, en 2008 rechazaron una idea que hoy resultó ser innovadora.

 

Precisamente, el cofundador y CEO de Airbnb, un sitio web en el que los usuarios particulares rentan su casa como alojamiento, acaba de publicar el rechazo que tuvo de estos gigantes tecnológicos cuando presentó su innovadora idea. De hecho, cinco le mostraron su rechazo con un correo electrónico, mientras que los otros dos lo hicieron con su silencio.

 

En cambio, a día de hoy, Airbnb está valorada en más de veinticuatro mil millones de dólares con más de treinta inversores que hasta ahora le han entregado dos mil trescientos millones de dólares en siete años de historia. Su éxito estriba en que los propietarios pagan un tres por ciento del importe de cada alquiler y los huéspedes una comisión que oscila entre un seis y un doce por ciento.

 

Este negocio representa ya el uno por ciento sobre el total del mercado total de pernoctaciones, y se espera que en cinco años llegue a suponer cerca del diez por ciento. Lo que precisamente ofrecía Airbnb no era una plataforma donde unos ofrecen alojamiento y otros lo aceptan, sino un componente de innovación por los elementos de estandarización de su propuesta de valor, de sus sistema de evaluación para reducir la incertidumbre, de seguros ante daños a la propiedad, etc.

 

Todo ello hizo que tanto los que ofrecen sus propiedades en alquiler lo hagan por existir Airbnb como los que se hospedan confíen en pasar sus días de descanso en un servicio que les garantice seguridad y confort. No se trata de pensar que existe este servicio para evadir impuestos o para gastarse unos pesos menos por no ir a un hotel. No, se trata de apreciar un servicio que tiene gran variedad de oferta, con un sistema de seguridad y control tan elevado como un servicio de hotel tradicional.

 

Airbnb también tuvo sus problemas que supieron solventar con inteligencia. Un cliente descontento escribe en su blog que al rentar su casa a través de Airbnb le roban y le destrozan la casa. El intento de solución que le dio la empresa tampoco le satisfizo. Para entonces, su caso se hizo viral en las redes sociales y el daño a la reputación de la compañía se hizo muy notorio. Además, surgió un segundo caso.

 

El CEO de Airbnb envió una disculpa a través del blog corporativo y a la plataforma TechCrunch donde se habían difundido estos dos casos. En esa carta, se prometía la creación de una garantía de cincuenta mil dólares para aquellos casos de daños en la vivienda y vandalismo, un soporte al cliente durante las veinticuatro horas los siete días de la semana y el lanzamiento de un nuevo centro de atención exclusivo para la confianza y seguridad del cliente.

 

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No se puede predecir el futuro de Airbnb, si le irá bien o mal, pero lo cierto es que tiene todos los componentes de la innovación. La innovación es puro riesgo por lo que es imposible que tengan un nivel de seguridad o certeza.
Existen proyectos con una alto grado de innovación que tienen detrás a compañías muy grandes y que han fracasado, por ejemplo las famosas Google Glass, y sin embargo algunos de esos los siete no rechazaron invertir en ello. Lo difícil es saber si la innovación va a tener éxito antes de que explote. Seguramente, hoy, en plataformas de crowdfunding hay cientos de empresas solicitando inversión y es muy posible que alguna sea un éxito en el futuro. La cuestión es cómo saber seleccionarlas.

 

La innovación en estas iniciativas pasa por añadir certidumbre y seguridad a los usuarios, de tal manera que algo se hacía más que con conocidos (alquilar partes de casa, compartir coches, comprar y vender material) se pueda realizar con absolutos desconocidos. Este valor añadido es lo que favorece su adopción por cada vez más personas.