El reality show llegó a su fin, y Ricardo La Volpe es el elegido. Un ganador inesperado.

 

La bolsa de trabajo americanista se cierra por el momento, pero bien podría abrirse de nueva cuenta en enero, una vez que concluya la participación del equipo en el Mundial de Clubes.

 

Quién lo iba a decir… Ricardo La Volpe, de regreso a Coapa. Y esto nos fortalece la creencia de que en nuestro futbol todo puede suceder. Es un mundo de fantasía donde lo imposible no es tal y nos recuerda también que todo se trata de las circunstancias y que no hay criterios absolutos, porque si así fuera, Ricardo La Volpe no volvería nunca al Nido, al menos con Ricardo Peláez al frente, nunca hubieran pensado en el argentino como una opción, así que el patrón de conducta no puede ser otro más que el de la desesperación de ambas partes.

 

De extremo a extremo. Con un técnico en proceso de formación y adquisición de estilo como el que se fue, a uno profundamente establecido que ha vivido ya sus mejores épocas, sin embargo no ha sepultado su talento y capacidad para dirigir.

 

Y nos detenemos en esto de la capacidad, porque el sistema de medición utilizado en nuestro futbol, cuando se trata de entrenadores, tiene que ver con los trofeos que presume en su vitrina, y esto resulta subjetivo e injusto.

 

A Ricardo La Volpe lo llaman fracasado con extrema facilidad y asombrosa ligereza. Quienes lo odian establecen que un solo título no defiende una carrera; quienes vemos el vaso medio lleno decimos que no es uno, sino dos, por más que la papeleta oficial indique otra cosa. Pero en La Volpe hay muchos otros valores que deben ser ponderados para calificarlo. Además, si sólo se trata de trofeos, podemos decir que estamos llenos de fracasados, ya que al menos la mitad de la baraja de entrenadores que trabajan en nuestro medio no tienen trofeos que avalen su trabajo. Y si sólo se tratara de campeonatos, entonces nos acercamos a la locura absoluta, ya que a uno de los técnicos más exitosos con que contamos le fue muy mal y al otro no le han dado la oportunidad debida en la Selección Mexicana. Obviamente hablamos de Enrique Meza y Víctor Manuel Vucetich.

 

Pero son dos temas que me llaman la atención con la llegada del Bigotón. Primero, que no es una figura reconocida y aceptada por el americanismo, ese mismo que le reprochó desde el inicio la llegada del que se acaba de ir. Segundo, porque los equipos de La Volpe requieren tiempo para trabajar y asimilar las ideas que circulan por su mente.

 

Repetición tras repetición. “Proceso”, recuerdan la famosa palabra en el ciclo mundialista. Y eso, tiempo, es lo que menos tiene en este cierre de campaña y el Mundial de Clubes, donde la gente espera una actuación que borre el rotundo fracaso del año pasado, para lo cual sólo es necesario ganar el primer partido y perder el segundo con cierta dignidad, no más.

 

Dice La Volpe que su regreso al América no tiene nada que ver con una revancha, pero indiscutiblemente lo es, más allá de la oportunidad de ponerse de nueva cuenta en la primera plana de entrenadores del país.

 

Una medida desesperada, que no necesariamente deberá ser negativa. En el papel es agua y aceite, en el mundo del futbol mexicano, nada es lo que parece.