El primer beso nunca se olvida…y la primera noche fuera de casa, tampoco. A las 15:51 horas del lunes pasado se activó la alerta sísmica en la Ciudad de México, la alarma anticipó por unos instantes el temblor de 5.7 grados, con epicentro cerca de Pinotepa Nacional, Guerrero.

 

Sin embargo, lo que sacudió a los padres de familia, a las autoridades escolares y a la Policía capitalina fue que Hiromi y Sebastián, alumnos de 12 y 11 años de edad, aprovecharon la confusión por la evacuación para escapar de la escuela “Maestro José Vasconcelos”, en la Colonia Tlatilco.

 

Los alumnos de primaria estaban en la dirección del colegio porque alguien descubrió que se besaron y tenían miedo de que los castigaran.

 

La Procuraduría General de Justicia de la Ciudad de México activó la Alerta Amber, por la noche los familiares continuaron la búsqueda y ayer en la mañana los policías de la UPC Cuitláhuac recibieron la orden del día: localizarlos.

 

“Estábamos en el Cuitláhuac y Toronjil, afuera de un Oxxo, y un hombre, como de 45 años, nos dice que afuera del Walmart había dos niños con esas características. Lo reportamos por radio y nos dieron la orden de que nos acercáramos con todo tacto para que no se intimidaran”, recordó Ramón Pérez Fragoso, policía segundo de la patrulla DF525PI.

 

-¿Qué pasó amigos, cómo están?, les preguntamos para no asustarlos. Habían salido del Walmart con unas Zucaritas chiquitas, porque tenían hambre, pero ya no les alcanzó para la leche.

 

-Bien, ya no nos alcanzó para la leche y tenemos hambre- contestaron.

 

-¿Dónde se quedaron?- preguntó el policía Marco Antonio Guzmán. -Nos metimos en un parque a dormir.

 

-¿No pasaron frío?

 

– Sí, ya no aguantábamos.

 

“Los llevé al Oxxo para que desayunaran y que tuvieran confianza en nosotros para llevarlos con sus padres que estaban en la escuela. Estaban bien, no tenían hipotermia y llevaban puesto su pants escolar, color azul, con franja a los costados blanca con rojo. Traían su mochila en la espalda y la niña traía una cachucha.

 

“Estaban cansados y con hambre, muy tranquilos, les dijimos que escogieran lo que quisieran, la niña sólo pidió una leche de fresa, de cuadrito, y el niño de chocolate. En la patrulla iban comiendo y para no inquietarlos no les preguntamos nada más, les dijimos que los íbamos a llevar con sus papás y contestaron: sí, está bien”, recordó Guzmán López.

 

Los patrulleros entregaron a los niños afuera de la escuela donde había decenas de personas. La mamá lo vio, dijo su nombre y soltó el llanto. El papá abrazó a su hija y las dos familias fueron trasladadas a CAPEA para continuar con las investigaciones.