RÍO DE JANEIRO. A los brasileños que elegirán nuevo presidente este domingo se les pide que decidan qué les da menos miedo: Las advertencias de la presidenta sobre los “fantasmas del pasado”, o las acusaciones de su rival sobre los “monstruos del presente”.

 

Las últimas encuestas dan a la presidenta de izquierdas, Dilma Rousseff, una ligera ventaja en la segunda vuelta de las elecciones para liderar el quinto país más grande del mundo. Pero pocos descartan a su oponente de centroderecha, Aecio Neves, tras una campaña volteada que ha sido la más competitiva, divisiva y dramática desde Brasil recuperó la democracia en 1985.

 

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“El país está dividido en dos, con la mitad sintiendo que la inclusión social y la protección es lo que más importa y con la otra creyendo que la estabilidad macroeconómica es lo más importante”, dijo Carlos Pereira, un analista político de la Fundación Gertulio Vargas, el principal centro de estudios de Brasil. “El candidato que convenza a los votantes de que es el mejor preparado para combinar esas dos creencias y hacerlas complementarias ganará las elecciones”.

 

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El camino a la presidencia se volvió dramático cuando Eduardo Campos, principal candidato de la oposición, falleció luego de que se estrellara su avión de campaña en agosto. Su compañera en la carrera, la reconocida medioambientalista Marina Silva, ocupó su lugar y pronto obtuvo una ventaja de dos dígitos sobre Rousseff y  Neves.

 

Silva centralizó inicialmente el descontento por los malos servicios públicos que millones de brasileños expresaron en protestas antigubernamentales el año pasado, pero su campaña nunca encontró una base y los votantes se alejaron de su propuesta en cuestión de semanas. Esto dejó hueco a Neves, que mostró una fortaleza sorprendente en la primera ronda de las elecciones el pasado 5 de octubre, donde quedó segundo obligando a Rousseff a la segunda vuelta al no obtener mayoría absoluta.

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La campaña alcanzó su punto álgido en las tres semanas desde entonces, con el Partido de los Trabajadores – que lleva 12 años en el poder – y el Partido Socialdemócrata de Neves – que ocupó la presidencia por última vez entre 1995 y 2003 – batallando sin evitar ataques verbales y acusaciones desagradables.

 

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Rousseff atacó a su rival con anuncios que pedían a los brasileños que recuerden los “fantasmas del pasado” cuando gobernaba el partido de Neves, con gran parte de la nación sumida en la pobreza, abundante desempleo y consumidores paralizados por la hiperinflación. La presidenta ha hecho hincapié en los profundos avances sociales logrados con el Partido de los Trabajadores, cuyos amplios programas de bienestar social ayudaron a millones a pasar de la pobreza a la clase media y han mantenido el paro en mínimos históricos.

 

Neves instó a los votantes a mirar los “monstruos del presente”, incluyendo la recesión económica que fluctúa por encima del objetivo del 6.5% del gobierno, y acusaciones de que el Partido de los Trabajadores estuvo implicado durante una década en una aparente trama de sobornos de miles de millones de dólares en la petrolera estatal Petrobras.

 

Los últimos resultados de las dos encuestadoras más respetadas de Brasil ponen a Rousseff por delante de Neves. El sondeo de Datafolha publicado el pasado jueves dijo que Rousseff iba por delante de Neves con el 53% de intención de voto frente al 47% de su rival, y un margen de error de dos puntos porcentuales. Una encuesta del Instituto Ibope dijo que la ventaja de la presidenta era de 54% frente a 46% con el mismo margen de error.

 

Blindan elecciones

 

Para garantizar la seguridad durante la votación, alrededor de 15 mil militares actuarán en 280 municipios de 15 de los 27 estados de Brasil considerados como vulnerables por las autoridades, frente a los 30 mil soldados que fueron movilizados el 5 de octubre, en la primera vuelta, en 342 municipios.

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Foto: EFE

 

En 89 de las 280 localidades en las que se autorizó la presencia militar los soldados ofrecerán apoyo logístico para el transporte y la instalación de las urnas electrónicas, principalmente, en áreas amazónicas de difícil acceso en los estados de Acre, Amapá, Mato Grosso do Sul, Rondonia y Roraima.

 

En los otros 191 municipios, entre ellos Río de Janeiro, los soldados tendrán la misión de reforzar la seguridad pública y garantizar la votación.

 

Los cerca de tres mil militares que actualmente ocupan las favelas del Complexo da Maré, un conjunto de barriadas en la zona norte de Río de Janeiro que antes era dominado por bandas de pistoleros, también deberán garantizar las elecciones en sus áreas de operación. (Con información de AP y EFE)

 

GH