El 18 de marzo de 1938 desde el emblemático Palacio Nacional, el General Lázaro Cárdenas anunció al país el retiro de la rectoría de la producción petrolera a las compañías extranjeras; 76 años después, en el mismo recinto pero adornado como un set de televisión, Enrique Peña Nieto, con un impecable peinado y elegante traje negro, estampó su firma en nueve decretos de leyes, con los cuales, los corporativos de otros países volverán a invertir en el sector energético.

 

Unos minutos después de las 11:00 horas, el mandatario, flanqueado por Aurelio Nuño y Joaquín Codwell, descendió por la alfombra roja que cubría las escaleras principales del recinto. A sus alrededores, los flashazos de decenas de cámaras y gadgets deslumbraban; mientras, en las afueras de Palacio decenas de militares, policías federales y guardias presidenciales bloqueaban los accesos al primer cuadro de la Ciudad de México.
El grupo selecto que asistió a la promulgación de las leyes secundarias de la reforma energética: gobernadores, miembros del gabinete, empresarios, ex funcionarios, legisladores y líderes de partidos -excepto los de izquierda-, cimbró Palacio Nacional con un torrente de aplausos cuando anunciaron la presencia del Presidente.
Entre los asistentes estuvo Gabino Cué, gobernador de Oaxaca, quien prefirió presenciar la promulgación de las leyes energéticas que las negociaciones de la Ley Educativa con los maestros de la CNTE y Gobernación.
Al estilo de la premier de una película: con luces, alfombra roja, selfies y cámaras por doquier, en un acto de una hora y 15 minutos, Peña Nieto invirtió tres minutos para firmar la decisión más importante de su sexenio: las nueve leyes secundarias de la reforma energética.

 

Los contrastes

Los primeros en tomar la palabra fueron los secretarios de Energía, Pedro Joaquín Codwell, y Hacienda, Luis Videgaray. En unos minutos leyeron las especificaciones técnicas y financieras que contiene la reforma energética y al tenor de la estrategia discursiva del gobierno federal, hablaron de la prosperidad que espera a los mexicanos con los cambios al sector energético.

 
Luego tocó el turno a los líderes de partidos. Primero tomó el micrófono Gustavo Madero, de los pocos representantes de la oposición en el estrado. El líder del PAN mostró escepticismo. “No hagamos de este momento un himno de complacencias” e inmediatamente se soltó con una serie de críticas a la administración de Peña Nieto como la permanecía de la corrupción.
Madero aceptó que la población desconoce cómo impactará la reforma energética en su vida cotidiana y, entre líneas, enfatizó el “déficit de credibilidad” por el que  atraviesa el Presidente de México.
Y también aprovechó para dar un adelantó de la próxima batalla que librarán: la del salario mínimo, que a su juicio incumple con los preceptos constitucionales.

 

Mientras Peña Nieto anunciaba que la reforma sé por pondría en práctica de inmediato, sus principales protagonistas, creadores y negociadores permanecieron lejos de los reflectores: los senadores David Penchyna Grub y Carlos Romero Deschamps, también líder del sindicato de Pemex, así como el panista Juan Bueno Torio, quienes sonrientes escuchan atentos desde los asientos menos visibles.

Presidente transformador

En la antítesis del discurso de Madero, el líder del PRI, César Camacho, se dedicó a alabar a Peña Nieto. Lo bautizó como el “Presidente transformador” y lo llenó de adjetivos, como “valiente” y “plural”.
Incluso, evocó a la civilización Maya al señalar que el 11 de agosto de 2014 quedará registrado como en la Cuenta Larga -calendario Maya basado en hechos trascendentales- por el impacto que tendrá en la sociedad mexicana comparado, dijo, con la promulgación de la Constitución de 1917.
El discurso presidencial fue el corolario de un año de proceso legislativo, en 10 minutos, de los cuales tres ocupó para estampar su firma en las nueve leyes, Peña pidió a los mexicanos “sentirse orgullosos” y dejó claro que lo más ansiado para su gobierno son los resultados inmediatos de la reforma, pues será mañana y no en septiembre cuando las empresas extranjeras conozcan los lineamientos para invertir.