Nunca es buen momento para que estalle un escándalo.

 

Y menos cuando se está en los preparativos del penúltimo Informe de Gobierno.

 

Justo cuando el presidente Enrique Peña Nieto alista datos y cifras para defender su administración a partir de la llamadas reformas estructurales –energética, educativa, telecomunicaciones, fiscal-, estallaron los escándalos del socavón y ahora Odebrecht.

 

Peña había pasado las últimas semanas festejando los resultados de su administración justo en el quinto año que ha sido, en la tradición del PRI, “de cosecha de resultados’’.

 

Y de aplausos y reconocimientos.

 

Peña ha dicho que esta administración será recordada como “el sexenio del empleo’’.

 

De acuerdo a las estimaciones oficiales, al cierre del sexenio se habrán creado tres millones de nuevos empleos, casi lo que se crearon en las administraciones de Fox y Calderón juntos.

 

Eso sí, no se habla de la calidad de esos empleos –prestaciones sociales, monto de salarios, etcétera-, pero de que se han creado, según el Jefe del Ejecutivo, se han creado.

 

Ayer mismo, durante la celebración del 80 aniversario de la fundación de la Comisión Federal de Electricidad (CFE), Peña aseguró que gracias a la reforma energética el costo de la energía eléctrica para los hogares se ha reducido en 10%.

 

Ni qué decir de la reforma a las telecomunicaciones, que permitió una tercera cadena nacional de televisión abierta y ha provocado la reducción de las tarifas telefónicas, sobre todo las de la telefonía móvil.

 

En la fija ya no hay cobros por llamadas de larga distancia.

 

También ha ponderado la reforma educativa, que ha permitido la depuración de maestros a nivel nacional y la certificación o recertificación de los conocimientos del personal docente.

 

La reforma ha sido de carácter administrativo, pero se encuentra en operación una segunda fase en la que pretenden modernizar los contenidos y los métodos de enseñanza-aprendizaje.

 

En eso estaba el Presidente cuando apareció en socavón del Paso Exprés en Cuernavaca y se reavivó el escándalo de los sobornos que pagó Odebrecht a funcionarios de Pemex –en México, pese al tiempo aún no saben a quién-, que le pega directamente a la imagen del gobierno.

 

No sólo porque el principal señalado, Emilio Lozoya, es amigo del Presidente, sino porque ahora se especula –y sólo eso- que parte de ese dinero podría haberse utilizado en su campaña política.

 

Y como el escándalo vende más que las cifras y los datos, ¿qué cree usted que recordará la población de este quinto año de gobierno?

 

 

Con bombo y platillo se ha anunciado que este fin de semana se grabarán en el Centro de la CDMX algunas escenas de la película Godzilla, pero lo que no se dijo es cuánto pagó el Gobierno de la Ciudad para traer la producción a suelo chilango.

 

Porque como usted sabe, todas las ciudades “escogidas’’ por las grandes productoras de cine compiten en una especie de casting para obtener el beneficio de la difusión mundial.

 

Y no es nada barato.

 

Hace tres años, cuando se filmó la última entrega de la saga de James Bond, Spectre, se dijo que el Gobierno de la Ciudad de México habría pagado entre tres y cinco millones de dólares, además de condonar los impuestos respectivos a la megaproducción, todo con tal de tener promoción a nivel mundial.

 

Y bueno, no sabemos bien a bien si funcionó o no la inversión –suponemos que sí-, pero de lo que sí estamos seguros es que es preferible tener como huésped a un monstruo de hule-espuma que todos con los que a diario hay que lidiar.

 

caem