En algún momento tendrá que cansarse esta gallina y dejar de poner huevos (o balones) de oro. Luego de un verano con la intensidad y emotividad que supone una Copa del Mundo, el futbol no ha parado ni parará en un buen rato.

 

Reviso algo que no es novedad, pero que vale la pena recapitular: que entre junio y agosto, justo cuando la actividad a nivel de clubes haya frenado, tendremos un total de 186 partidos oficiales; 52 del Mundial sub-20 en Nueva Zelanda, 26 de Copa América en Chile, 52 de Mundial femenil en Canadá, 26 de Copa Oro en Estados Unidos, 32 de Juegos Panamericanos en Toronto (16 en hombres, 16 en mujeres). En el peor de los casos, el Tri disputará dieciocho cotejos; en el mejor, de llegar a las seis finales, 36; en uno sensatamente predecible, quizá veintiocho a los que debemos añadir varios amistosos, incluidos cinco de la Selección Mayor (tres de preparación para Copa América y dos rumbo a Copa Oro).

 

Foto Lati_Notimex

 

De tal forma que nadie tendrá tiempo de extrañar al futbol, porque para cuando esas frenéticas semanas culminen, ya estarán en marcha los certámenes de pretemporada europeos, la ronda previa de Champions League e incluso el torneo Apertura 2015 que tiende a arrancar sin quienes acudan tanto a Copa Oro como a Panamericanos.

 

Eso hace que las autoridades de la Selección Mexicana tengan más trabajo y frentes que cubrir que nunca (añadamos que para octubre viene el Mundial sub-17 en Chile), pero, sobre todo, que nos preguntemos si en algún momento alguien se terminará de cansar de ver tanto balón rodando.

 

Un año más tarde, la oferta será similar, aunque con mayor calidad, con Copa América del Centenario (3 al 26 de junio de 2016 en Estados Unidos), Eurocopa en Francia (10 de junio a 10 de julio) y torneo de futbol en los Olímpicos de Río de Janeiro en agosto. Si alguien planea descansar para el verano de 2017, entonces habrá Copa Confederaciones en Rusia, así como otra Copa Oro y Copa del Mundo sub20 en Corea del Sur.

 

En resumen, que el camino de cuatro años que separa a un Mundial de otro, está plenamente saturado; que ya no existen para desintoxicarse de futbol, sino que siempre hay algún torneo que ver; que el potencial y la exigencia económicos asociados a esta disciplina llevan a una actividad sin tregua.

 

Visto que la gallina de los balones de oro no se cansa, es imprescindible aclarar que los futbolistas sí (agravado el desgaste físico por el hecho de que en pretemporada ya no preparan músculos y pulmones para lo que viene, sino que cumplen compromisos de patrocinios y posicionamiento). El hecho de que cobren demasiados millones hace pensar que es adecuado que jueguen tantísimos minutos, partidos, torneos, pero eso corresponde a otro debate. La realidad es que inevitablemente merma la calidad; basta con ver la condición en que la mayoría llega a los Mundiales o Eurocopa para tener claro que la demanda los ha superado.

 

Otro tema, ajeno a la gallina y a los sofocados jugadores, son los aficionados; ellos, por ahora, lejos de cansarse, exigen cada vez mayores dosis para saciar su adicción al balón.

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