Doña Elena murió de tristeza. Dejó de comer por el profundo dolor que le causó perder a cinco de sus seres más queridos presuntamente por culpa de Los Ardillos, un grupo del crimen organizado al que acusan de desaparecer a la gente en la zona de Chilapa, Guerrero.

 

Ellos se los llevaron cuando salieron de su casa para torturarlos, descuartizarlos y decapitarlos. Las víctimas iban a trabajar en la construcción de salones para telesecundaria del programa “Escuelas de Excelencia”, serían aulas planeadas para alejar a los adolescentes de los malos pasos, en una comunidad donde los alumnos son la autoridad, porque hay papás que son sicarios o los alumnos son ‘halcones’.

 

Elena falleció hace un mes, todavía le estaban rezando cuando Los Ardillos regresaron a Chilapa. Nadie pudo impedir que se llevaran a 16 personas entre el 9 y el 12 de mayo, se estima que van 30 en los últimos meses.

 

José Díaz Navarro es profesor de inglés en telesecundaria y cuando su mamá Elena iba a morir prometió que encontraría a los asesinos de sus parientes. Ahora es vocero de los desaparecidos en Chilapa porque no quiere que ninguna familia viva lo que ellos, y con un nudo en la garganta narra cómo en las escuelas se fueron enlazando las historias de lo que llama una barbarie.

 

Hermanos incómodos

 

“Yo mismo no me cae el veinte de lo que está pasando. Llevó seis meses en la casa de mis papás como en prisión, casi no salgo a las calles por precaución, pero con las marchas empecé a salir porque había mucha gente, el coraje y la rabia ya rebasaron mi miedo”, describe José.

 

El miércoles 26 de noviembre de 2014 los hermanos Hugo y Alejandrino salieron en una camioneta con su primo Vicente Apreza y dos de sus mejores amigos, los arquitectos Mario Montiel Ferrer y Jesús Romero Mujica.

 

“El día anterior habían llegado a Chilapa, estuvimos platicando, conviviendo, y se vinieron a dormir a la casa, mi mamá los atendió muy bien, incluso mi hermano Mario y yo íbamos a ir con ellos, nos daba gusto que nos vinieran a visitar, la relación era de casi hermanos, pero por mi trabajo se me hizo un poquito tarde y quedamos que los alcanzaba, pero ahorita seríamos cuatro hermanos desaparecidos y esta historia no la estaría contando nadie. Ya no regresaron”, recuerda.

 

Algunos testigos le dieron los datos de las personas que se los llevaron, la camioneta tenía GPS y pudo rastrear la ruta de 30 kilómetros que siguieron hasta una casa de seguridad en la cabecera municipal de Quechultenango, de donde son originarios Celso y Antonio Ortega Jiménez, presuntos líderes de Los Ardillos y quienes son hermanos del diputado del PRD por el Distrito 24 de Tixtla Guerrero, Bernardo Ortega Jiménez, quien fue presidente municipal de ese lugar de 2002 a 2005.

 

“Como a las 12 del día se los llevaron, ellos operan con toda impunidad, no se detienen ante nadie, aquí es una tragedia, es una barbarie, hay más de 200 casos de desaparecidos desde el año pasado. Toda la investigación la hemos hechos nosotros”, afirma.

 

“Mi mamá Elena empezó a decaer en su salud, y con esta tragedia dejó de comer y murió de dolor por sus hijos. Los doctores le decían que no se malpasara, que no se preocupara, que no estuviera sola”.

 

¿Por qué le hicieron eso a mis hijos?, cuestionó una vez más Elena en la agonía.

 

José tiene la certeza de que los mataron. Hubo testigos que le han dicho lo que les hicieron y su familia le exige que se vaya, pero tuvo que vencer el miedo para no huir de Chilapa donde todos se conocen, a donde llegaron de niños cuando era la ciudad más tranquila, cuando ir a clases era una alegría.

 

Escuela del crimen 

 

José no podía hablar de sus hermanos sin que se le quebrara la voz, pero la desesperación ante la negligencia de las autoridades que no impidieron la desaparición de más personas y que tampoco detuvieron a ninguna persona lo hicieron más fuerte.

 

“Tengo cinco familiares desaparecidos, dos son mis hermanos menores, Hugo y Alex, mi primo Vicente y dos arquitectos amigos de Chente que tenían una constructora. Somos de la misma comunidad, Alex y Vicente nacieron en el mismo pueblo, fueron a la misma primaria, después nosotros nos vinimos a Chilapa porque era la ciudad más tranquila del mundo, más católica y ellos se fueron a Cuautla, Morelos.

 

Años más tarde Alex y Chente se reencontraron en Seattle donde vivieron juntos. Trabajaron más de 12 años para ahorrar dinero. Alex no cumplía la mayoría de edad cuando se fue y trabajó de cocinero en un restaurante, aprendió a preparar mariscos y se especializó en comida italiana. Hace 10 años regresó con unos ahorros a Chilapa y puso un restaurante; Chente volvió a Cuautla y puso un negocio de materiales para construcción.

 

Los arquitectos Mario Montiel Ferrer y Jesús Romero Mujica acompañaron a Chilapa al primo de José para hacer el levantamiento topográfico de los salones de una telesecundaria del Gobierno estatal. Iban en una camioneta rumbo al terreno cuando los levantaron, al parecer fueron Los Ardillos.

 

Estos grupos aparecieron hace unos 10 años, se empezó a recrudecer la violencia de tres años para acá, pero lo más grave empezó en 2014.

 

El 7 y 8 de julio de 2014 un grupo presuntamente de Los Ardillos tomaron Chilapa, hubo una balacera intensa en las calles que duró casi dos horas; el saldo fue de seis inocentes muertos y varias personas levantadas, desde esa fecha siguen desaparecidas.

 

En las calles todavía se pueden ver las huellas del ataque. Hay perforaciones de bala en las cortinas de acero y paredes dañadas.

 

La razón porque vienen aquí es para matar a Zenén Nava Sánchez, alias El Chaparro, el líder de la organización de Los Rojos, y se llevan a la gente para torturarla para que les digan dónde está, son sanguinarios.

 

Los Rojos también son enemigos de Guerreros Unidos, señalados como los responsables de la desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa.

 

Abundan fosas

 

José no tiene información oficial, pero ha investigado y dice que sabe 70% de lo que le pasó a sus familiares. Como profesor y vocero de las víctimas lleva un registro de más de 200 personas desaparecidas tan sólo en la zona de Chilapa desde 2014.

 

Tras el último levantamiento masivo de personas que ocurrió a principios de mes algunas víctimas empezaron a hablar. No hay datos precisos de la cantidad de fosas clandestinas que hay en Guerrero porque la Procuraduría de Justicia de la entidad ha tomado conocimiento de varias por tratarse de un delito del fuero común y la PGR de otras en la búsqueda de los normalistas de Ayotzinapa.

 

La subprocuraduría de derechos humanos de la PGR informó que en la zona de Iguala, del 18 de noviembre al 26 de enero pasado, fueron inspeccionadas 71 fosas; en 17 se localizaron 39 cuerpos. Además, fueron exhumadas 69 osamentas de la fosa común.

 

En cambio, en la zona de Chilapa las autoridades han localizado más de 50 fosas de las que exhumaron 85 cadáveres de octubre a abril de este año.

 

Ante la falta de denuncias casi ningún cuerpo ha sido reconocido. Por ejemplo, de estas últimas fosas sólo Boni Enríquez Antúnez Soto, vecino de Teloloapan, desaparecido en 2013, fue entregado a su familia.

 

Al 31 de julio de 2014 la PGR contabilizó más de 22 mil desaparecidos en todo el país, cifra que representa sólo los casos que fueron denunciados.

 

“Mis hijos ya están fuera de Chilapa y espero que pronto estén fuera del país porque aquí en México en ningún lugar van a estar seguros”.

 

“En las mismas escuelas los chamaquillos ya tienen el control porque sus papás son sicarios, porque su tío es lo otro, de alguna manera ellos son los que tienen la autoridad, los directores ya no tienen autoridad, ellos amenazan a los maestros, ellos tienen distribución, venta de droga en las escuelas, en las calles. Es lo cotidiano, los sicarios entran a la escuela por los alumnos, algunos son halconcitos y otros porque deben droga”.