ATLACOMULCO, Edomex.- Esta población laboriosa, a la que se atribuye ser la cuna política de siete gobernadores mexiquenses, cinco originarios de este lugar, no dispuso ayer de manteles largos ni se vistió de fiesta, con todo y que ya ha dado un presidente de la República.

 

El arribo formal del atlacomulquense Enrique Peña Nieto al Poder Ejecutivo del país no motivó aquí ningún festejo, ceremonia o al menos una manta de salutación de parte de la alcaldesa Araceli Gómez Hernández, ni de su equipo de trabajo.

 

La misma sobriedad fue constatada por 24 HORAS en la no poco estruendosa en campaña sede en Atlacomulco del Partido Revolucionario Institucional, cuyo enorme edificio lucía ayer casi vacío, un estado que su dirigente de guardia considera “normal” en tiempos no electorales.

 

Quizá por el carácter apacible de sus habitantes, de origen mazahua, acaso para no enfrentar los militantes priistas el viento frio que sopla sobre este valle rodeado por lagos y cerros; o tal vez por cierta y no poco curiosa “costumbre del poder” que priva en Atlacomulco, de acuerdo con estudiosos, este fin de semana de cambio nacional de poderes se tomó como el de uno cualquiera.

 

“Pienso que la dirigencia de nuestro partido no dimensionó la trascendencia de que un ciudadano de Atlacomulco alcance el cargo más honroso de la patria, y se equivocó al no convocar a un festejo”, afirma Rafael González, dirigente sindical, quien de modo privado sí celebró una “mega-fiesta”, entre amigos y familiares.

 

Como muchos hombres y mujeres de esta ciudad con 44 mil habitantes, González dice haber sido “compañero de banca” del nuevo mandatario, ello durante el quinto de primaria. Muchos otros atlacomulquenses presumen cercanías con el ex gobernador, algunos como González, llamándolo “licenciado” y otros volando alto: “Quique”.

 

“A lo mejor si somos medio fríos, como dices tú, pero hay que considerar que aquí hay una costumbre de ver de cerca al poder… aunque sea nomás verlo, claro. Es algo que han impregnado los políticos del no sé si honroso, pero sí conocido Grupo Atlacomulco. Por ejemplo, la gente ya está acostumbrada a ver a Peña Nieto-gobernador. Aquí vive su mamá, acá está enterrado su papá, su hermano Arturo tiene negocios, en fin. Antes fue así con Montiel o con Del Mazo padre, porque el hijo nunca fue de aquí…”

 

Quien habla es Antonio Corral Castañeda, autor de una docena de libros de historia regional, acompañado en la conversación por Joe López, profesor de la Escuela Normal de Atlacomulco, plantel que en su anexo de educación primaria prestó aulas de segundo y tercer grado a Peña Nieto.

 

“Quizá por destino, Atlacomulco ha sido un semillero de políticos que empezó en los años cuarenta, con Isidro Fabela; un grande, que se retiró con su frase: Me voy sin un peso en la bolsa y sin una gota de sangre; hasta otros que han resultado polémicos: Sánchez Colín, Del Mazo padre e hijo, Arturo Montiel y Peña Nieto; pasando por otros que sin ser de aquí se han medio adoptado: Hank González, Chuayffet, César Camacho, etcétera”.

 

Se les pregunta sobre la veracidad de una leyenda local, iniciada hacia 1942, cuando una vidente de nombre Francisca Castro Montiel, reunió a un grupo de notables para hacerles una profecía, que rezaba: “6 gobernadores del Estado de México saldrán de este pueblo, y uno llegará a la Presidencia”.

 

“Creo que es un mito que forma parte de otro gran mito. Algo que habrá prodigado por aquí este grupo político. La verdad es que no tengo referencia de esta vidente, quien a juzgar por los apellidos sí pudo existir, pero de que fuera adivina, no lo sé. Pero lo he de investigar”, se promete el escritor.

 

Ahora cruza sonrisas con su amigo Joe López, refiriendo otra historia popular, pero de tipo chusco: “Atlacomulco se conocía como el pueblo de las Tres Bolas: la bola de gobernadores, la bola de obispos, la bola de…”

 

No en balde, un vistazo al libro de Corral sobre calles y plazas de Atlacomulco permite contar muchas arterias dedicadas ya no para dos gobernadores apellidados Del Mazo, sino a sus esposas: Margarita González y Carmen Maza; también para alcaldes (Gregorio Montiel y Maximino Montiel) y para miembros del clero (Fermín de Villaloz, Maximino Ruiz, Arturo Vélez).

 

DOÑA MAGO: LA NANA DE VESTIGIOS CUATERNARIOS

 

“Aquí me tiene a sus órdenes”, expresa doña Mago, sonriente y con una charla que el visitante no quisiera dejar, salvo porque el tiempo le apremia.

 

Esta mujer habla tanto de mamuts, bisontes y otras especies de la era cuaternaria, como de algunas “travesuras” que, de chiquito, habría hecho en su casa natal el nuevo presidente de México, Enrique Peña Nieto.

 

¿Cómo llegó una “nana” del joven Enrique a restauradora de vestigios óseos? “Pues el señor Peña me quiere mucho y me recomendó aquí. Pero me capacité. Fui a México para un curso en la escuela de restauración”.

 

Mago es auxiliar en el Museo Histórico de Atlacomulco, donde se tienen piezas descubiertas en varias épocas del municipio; los más recientes hallazgos, de 2009.

 

“Trabajé con la mamá del joven Enrique, mientras él tenía entre 7 y 12 años. Ya después se fueron para Toluca. Pero lo que es cariño, se queda para toda la vida, ¿no?”, comenta Magos.

 

¿Travieso? “Pues no, fue un jovencito muy bien portado, ninguna travesura grave que yo recuerde”.

 

¿Enojón? “Nunca lo vi así, tiene un carácter muy lindo”.

 

¿Llorón? “No, se la pasaba feliz, jugando con cochecitos”

 

¿El peinado? “Si, desde siempre le hacíamos su copetito”.

 

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