La estabilidad macroeconómica es un elemento fundamental en el proceso de recuperación y crecimiento de la economía de nuestro país. Su importancia se hizo evidente antes, durante y después de la severa crisis del 2009. Sin embargo, se debe tener en cuenta que además de la estabilidad, se requieren ajustes adicionales para lograr que la actividad económica de nuestro país logre tasas de crecimiento mucho más elevadas, que estimulen un incremento importante en la creación de empleos formales.

 

Un aspecto que reflejó la importancia de la estabilidad del país para responder favorablemente y en poco tiempo a los efectos de la crisis, fue la dinámica que siguió el empleo formal. De acuerdo con las cifras del IMSS, desde el nivel más alto de empleo formal previo a la crisis del 2009, hasta su punto más bajo, transcurrieron siete meses en los que se perdieron 696 mil puestos de trabajo, los cuales se recuperaron en su totalidad en los quince meses posteriores.

 

Si bien esto representó un fuerte impacto para los hogares del país, al compararse con lo que pasó durante la crisis de 1995, que en términos de pérdida del PIB fue muy similar (-6.2%), se aprecia que el impacto sobre el mercado laboral fue más severo en esa ocasión, debido en buena medida, a que la estabilidad macro aún no estaba tan fortalecida como en 2009. Medido de igual manera, entre el nivel más alto previo a la crisis de 1995 y el más bajo, pasaron diez meses y se perdieron poco más de un millón de puestos de trabajo formales, con un tiempo de recuperación que se extendió por 19 meses.

 

La desocupación mostró un comportamiento similar en los periodos mencionados, es decir, a pesar de que en la reciente crisis del 2009 la tasa de desocupación registró un máximo de 6.41% en septiembre, en 1995 el nivel más alto registrado fue de 7.6% durante agosto. Sin embargo, llama la atención que en ese momento, después de su nivel máximo, la tasa de desocupación mantuvo una tendencia a la baja hasta el cierre de 1999, cuando reportó su porcentaje más bajo (2.0%). En cambio, después de la crisis del 2009, el descenso del desempleo fue menos pronunciado para estabilizarse en tasas cercanas a 5.0%.

 

Esto pareciera indicar que, contrario a lo que se mencionó al principio, la estabilidad macroeconómica en 1996 estaba mucho más fortalecida que ahora. No obstante, la realidad es que en ese momento las expectativas mejoraron notoriamente en respuesta al efecto esperado por el recién firmado Tratado de Libre Comercio con América del Norte (TLCAN).

 

En ese entorno, la confianza de las empresas mejoró notablemente al saberse parte del mercado más grande del mundo. De hecho, en un sondeo realizado por el CEESP en el segundo semestre de 1995, las empresas estimaban que durante 1996 la economía crecería solo 3.1%, mientras que su repuesta en el sondeo del primer semestre del siguiente año el pronóstico fue de 5.1%, porcentaje que sería superado por el dato oficial que reportó un crecimiento económico de 5.5%.

 

Si bien esto ayudó a que el empleo formal se fuera recuperando, hubo otros factores, considerados como válvulas de escape, que contribuyeron para que la tasa de desocupación bajara notoriamente: la emigración y la informalidad. En el primer caso, la apertura comercial también trajo consigo el deseo de muchos mexicanos por cruzar la frontera hacia los Estados Unidos en busca de mejores oportunidades. Las cifras del Pew Hispanic Center, muestran que entre 1995 y 1999 el promedio anual de mexicanos que entraron a ese país fue de 566 mil, siendo su registro más alto el observado en 1999 cuando la cifra ascendió a 700 mil personas. Con base en esto, se puede intuir que las mejores expectativas por el TLCAN, la emigración y el aumento de la informalidad, fueron elementos importantes para que la tasa de desocupación llegara a sus niveles mínimos de 2.0%.

 

En el periodo de la crisis de 2009 la situación fue parecida en cuanto a expectativas se refiere. De acuerdo con la Encuesta de Expectativas de los Especialistas en Economía del Sector Privado, que realiza mensualmente el Banco de México, el sondeo a la mitad del año de la crisis anticipaba un crecimiento del PIB de solo 2.0%, mientras que en la encuesta de junio del 2010 ya se pronosticaba que la economía creciera 4.5%, porcentaje que al final del ejercicio también fue superado por el resultado real que fue de 5.5%.

 

En este último lapso la mejora de las expectativas ya no se apoyó directamente en los efectos del TLCAN, sino en la fortaleza que había venido ganando la economía a raíz de los cambios que se fueron instrumentando para integrarse más eficientemente a la competencia mundial. Incluso, la estabilidad macroeconómica ha permitido sortear con mejores resultados los desequilibrios generados por la crisis de los Estados Unidos y más recientemente los provenientes de Europa, de tal manera que el empleo formal no tuvo la caída tan drástica como en 1995 y ha retomado un ritmo de avance que permitió una recuperación más pronta y mantenido el aumento de plazas de trabajo. No obstante, la tasa de desocupación se ha estabilizado en niveles cercanos a 5.0%.

 

Parte de este comportamiento podría estar relacionado con la evolución de los factores considerados como válvulas de escape. En el caso de la emigración, después de los atentados del 11 de septiembre, Estados Unidos endureció su política de seguridad incidiendo notoriamente en el aspecto migratorio. A partir de entonces, la entrada a ese país se hizo más difícil, tanto para quienes lo hacían de manera legal, como para los indocumentados, que fueron los que resintieron mucho más esa situación.

 

Los datos del Pew Hispanic Center reflejan que si bien ya en 2002 y 2003 se reportaron cifras menores en el número de inmigrantes mexicanos, es a partir de 2005 cuando se aprecia que cada vez son menos las personas de origen mexicano que cruzan la frontera, de tal manera que entre 2005 y 2010 el promedio anual de mexicanos que emigraron a Estados Unidos fue de 293 mil, la mitad de los que se fueron entre 1995-1999. Evidentemente, el hecho de que menos personas lograran su objetivo de emigrar, los obligó a buscar oportunidad en nuestro país, en donde se encontraron con la dificultad de colocarse en el sector formal, lo que finalmente se reflejó en un crecimiento de la informalidad, que de acuerdo con los resultados del INEGI, tuvo un aumento de 2.5 millones de personas entre 2005 y 2011, el doble que en el lapso previo.

 

La evolución de las cifras de empleo y desempleo dejan claro que, aunque la estabilidad macroeconómica ha contribuido para que los empleos formales sigan aumentando, la calidad de la ocupación en el país no ha ido en la misma dirección, toda vez que existen más trabajadores con salarios bajos y con menores prestaciones sociales. No hay duda de que son necesarios cambios adicionales que propicien tasas más elevadas de crecimiento de la economía, que fortalezcan la posibilidad de aumentar los puestos de trabajo en el sector formal de la economía, con sus consecuentes beneficios, como mejores salarios, seguridad social y planes de retiro.

 

En este contexto, es clara la necesidad de que la economía siga creciendo. Pero para lograrlo es vital mantener la estabilidad macroeconómica, mejorar la distribución del ingreso y acelerar el ritmo de crecimiento. El cómo hacerlo, se centra en estimular la inversión en un entorno de certeza jurídica; independencia judicial; integridad del sistema jurídico; y certeza sobre los derechos de propiedad.

 

* Licenciado en Economía por el Instituto Politécnico Nacional. Es subdirector de Análisis Macroeconómico del Centro de Estudios Económicos del Sector Privado ( CEESP) sergioh@cce.org.mx