Al final vamos ganando. Las aberraciones que exhiben los políticos en su silla inmensa, los ‘tomadores de decisiones’ y los partidos políticos con sus candidatos y la manera de hacer sus cosas, sobre todo en este tiempo de campañas electorales, han construido a una sociedad mexicana ahora más rejega, más indignada, echada para adelante y más dispuesta a defenderse de la codicia de los mercenarios.  Pero también duele, después de tanto, vernos en ese espejo de obsidiana…

 

“El corazón de las tinieblas” de Joseph Conrad, sigue siendo una de las grandes novelas del siglo XX. Es una obra que trata del hombre y de sus graves contradicciones; de su lucha por mostrarse generoso pero al mismo tiempo ajeno al pesar humano y con mucha frecuencia pervive con el impulso que le da su ambición de poder o dinero. La maldad es intrínseca y sólo la excepción hace al hombre bueno, o justo… Un punto de vista muy razonado pero también muy provocador porque Conrad retrata el carácter trágico del destino humano.

 

Y como si se tratara de retratar la vida, Conrad nos retrata a un mundo que no nos es ajeno, como a Goethe que nada de lo humano le fue ajeno. Y parafraseando, a Sergio Pitol en su introducción a la obra, los ciudadanos mexicanos de hoy, a cinco semanas de que ocurran las elecciones del 7 de junio, vamos viendo las acciones ‘… de la morralla humana, del medio pelo, esa infame y ruidosa turba que vive sostenida por la falacia, las oportunidades forzadas, la sumisión, la oquedad, las tramas y engañifas sociales, la moda y el comercio…’

 

Porque hasta hoy, ninguno de los que quieren ser poderosos desde la política han dado muestras de grandeza o de iluminación humana. Para nada. Para quienes están en el poder político, desde presidente Enrique Peña Nieto a cada uno de sus colaboradores ‘más cercanos’ los mexicanos seguimos siendo maza; nunca individuos que hacen a una colectividad. Individuos que vivimos y construimos para todos, porque es de todos lo que nos corresponde como es nuestro lo que ellos aportan: siempre bajo la regla de la convivencia y la colectividad justa.

 

¿Y cómo no habría de ser así, cuando después de muchos años el país mexicano sigue mirando pasar su propia vida desde el balcón del silencio? Y que tan sólo sonríe al mirar esas demostraciones de abyección que inundan de pesadumbre la condición política de los partidos.

 

¿O qué si no es abyección y desvergüenza lo que hace –por ejemplo– el irremediable conservador Partido Acción Nacional (PAN) que decide utilizar a la niña Alondra Luna Núñez, quien en días pasados, por órdenes de una juez fue sustraída por la Interpol de su escuela y trasladada a Estados Unidos luego de la denuncia de una mujer que decía ser su madre? Así que ni tardos ni perezosos, los panistas la llevaron a un mitin ‘por la libertad y en contra de la impunidad’ en Guanajuato, en donde la niña fue arrastrada por la mano de Josefina Vázquez Mota.

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Y qué hay de la regidora de Ciudad Hidalgo (Tajimaroa, Michoacán), Belinda Hurtado Marín, que en su pequeñísima inteligencia y sensibilidad política y humana, se fotografía oronda obsequiando un limpiavidrios un ‘Limpiaparabrisas’ de la calle y con la leyenda en sus redes sociales: “Aquí, apoyando a este joven entusiasta para que pueda seguir trabajando”. Inútil explicarle a la señora funcionaria (PRD) lo que significa la condición de injusticia en la que vive este hombre…

 

Como inútil explicar razones de Estado al señor Manuel Velasco Coello, gobernador de Chiapas, (PVEM) ambicioso de llegar a la presidencia del país y para lo cual hace lo imposible. Y disfrazado de charro jalisciense se casó el viernes pasado en lo que llamó una boda discreta ‘para evitar suspicacias de dispendio’, mientras que él mismo se encargó de que todo mundo en México se enterará de su matrimonio con Anahí, en la iglesia de San Cristóbal de las Casas. Discreción a la medida de quien quiere gobernar a México y accede a la campaña de apoyos mutuos con Televisión Azteca.

 

Ya hemos comentado los desfiguros de muchos de los candidatos de los distintos partidos que hacen circo maroma y política para ser electos… o para recibir la bendición presidencial.

 

Hace unos días la Televisión Española presentó una entrevista con José Manuel Romero, ‘Director del Instituto de la Juventud de México’, y a raíz de la cumbre de Veracruz en donde se propuso la Alianza por la Movilidad del Talento, una especie de Erasmus latinoamericano. Pues nada, que el joven prospecto no paro en repetir y repetir y repetir el reconocimiento al presidente Peña Nieto por las reformas estructurales que permiten llevar a cabo este tipo de programas, hasta el fastidio tanto de la entrevistadora como de los que caímos en la trampa de la Casa de América.

 

Hay en ese factor humano de la política nacional, ese tono de abyección y sometimiento de todo político y funcionario público que cuando hablan al mundo repiten sin cesar loas al presidente de México, como si quisieran que con esta invocación su presente y futuro político fueran garantizados de por vida… Aunque también se podría entender como un ‘me lavo las manos; la culpa de esto que hago es del presidente Peña Nieto…’

 

Todos, secretarios de gobierno –que no de Estado-, funcionarios de rango excepcional, militantes de su partido, burocracia sin fin: todos son menciones agradecidas a la obra del presidente mexicano, sin darse cuenta de que al hacerlo se menosprecian y se descalifican en su propia obra: si es que la tienen. No hay consideraciones a la grandeza humana del respeto, la dignidad y la responsabilidad pública…

 

Todo ahí está cifrado. Y volvemos a las ganancias. Lo que se pone en juego con estas elecciones intermedias es la validación o no del sistema político mexicano. La recuperación de la voluntad nacional frente al nebuloso sistema de partidos. Y la posibilidad de cambiar. ¿Para bien? ¿Para mal? Sea lo que sea, que sea voluntad de la mayoría, en democracia.