Gustavo Madero se sabía ganador de la batalla antes de siquiera comenzarla, por eso la elección transcurrió con serenidad y silencio en su búnker de campaña, al que el virtual líder de Acción Nacional se dio el lujo de llegar hasta las siete de la noche.

 

Las secuelas de 60 días de contienda, marcados por la división, tuvieron eco y Cordero causó el primer coraje de Madero al llegar unos minutos antes a la casilla donde éste votaría.

 

El ex secretario de Hacienda en el sexenio de Felipe Calderón arribó al Parque de los Venados, al sur de la Ciudad de México, para acompañar al panista Luis H. Álvarez a emitir su sufragio, curiosamente, a la misma hora que su contrincante votaría.

 

Ese hecho molestó a los simpatizantes de Madero. “Le voy a reclamar a ese señor, por su culpa, mi celular estuvo sonando toda la noche”, decía una señora en alusión a los mensajes de texto que fueron enviados para confundir a los electores y en los cuales se mal-informaba que la elección había sido suspendida.

 

Gustavo Madero esperó cerca de 35 minutos a que los acompañantes de Cordero se retiraran. Al llegar al centro de votación fue abordado por la prensa sobre la denuncia que interpuso su rival culpándolo del envío de los mensajes. Con arrogancia contestó: “lo que diga Cordero pregúntenselo a él, a mí qué me preguntan” y se dirigió a votar.

 

Mientras emitía su sufragio, apenas a lo lejos, se escuchó un solitario grito de apoyo: “¡Madero, Madero!”, el cual se fue apagando, pues nadie de las aproximadamente 50 personas que acompañaron al panista fueron contagiados por el júbilo.

 

Tras emitir su sufragio, el ahora presidente virtual de Acción Nacional tenía un semblante de alegría, como quien sabe que el juego estaba ganado.

 

Preparan la fiesta

 

Desde el mediodía hasta cerca de las 19:00 horas no se supo nada de Gustavo Madero. Su búnker, ubicado en un hotel al sur de la Ciudad de México, donde se había anunciado que junto a su equipo esperaría el desarrollo de la jornada, estaba vacío.

 

En el cuartel maderista sólo se habilitó un pequeño salón para la prensa, el cual se mantuvo vacío la mayor parte del día; sin embargo, a puerta cerrada en el recinto más grande del hotel, desde temprana hora y antes de que finalizaran las votaciones, ya se afinaban los detalles del festejo.

 

Desde las 15:00 horas, decenas de mesas, luces de neón de color azul y un pequeño estrado se comenzaron a colocar.

 

Y fue hasta las 19:00 horas que arribó a su cuartel y lo primero que hizo fue revisar al salón preparado para el festejo, en el cual, a esa hora ya estaba colocada una leyenda: “Madero Presidente”.

 

Arropado por Santiago Creel y los gobernadores: Francisco Kiko Vega, de Baja California; Rafael Moreno Valle, de Puebla, y Guillermo Padrés, de Sonora, un Madero sonriente prefirió no echar las campanas al vuelo.

 

“Estamos muy contentos porque empiezan a llegar los primeros resultados, sin embargo, tenemos que esperar a que la Comisión Organizadora anuncie los resultados”, dijo y salió de su cuartel rumbo al Comité Ejecutivo Nacional.

 

Pasadas las 19:00 horas, él y su equipo arribaron a la sede nacional del blanquiazul. Se suponía que los resultados estarían listos antes de las 20:00 horas pero la espera se alargó.

 

Por más de dos horas el hermetismo inundó la sede nacional, hasta que a las 21:15, los seguidores de Madero entre gobernadores, senadores, diputados y presidentes municipales, junto a Cecilia Romero, líder de Acción Nacional, coparon el auditorio blanquiazul.

 

La sonrisa que Gustavo Madero mantuvo durante el día fue cambiada por una expresión adusta. Con seriedad escuchó los discursos que alababan el terso proceso de elección, y hasta cuando lo declararon ganador, mantuvo serenidad.

 

Y fue hasta que Cecilia Romero dijo: “hemos escuchado que Cordero no va a impugnar” que la alegría inundó su rostro e inmediatamente comenzó a levantar el pulgar, volteaba hacia atrás y les sonreía a sus simpatizantes.

 

Después, en un breve discurso, antes de trasladarse al salón donde los panistas festejarían el triunfo, vaticinó cuál será su primer reto al frente del PAN: curar las heridas que dejó la batalla por la presidencia entre los militantes y, de ahí, enfilarse a 2018 para buscar su regreso a Los Pinos.