Algo se tiene que estar planteando mal cuando la Selección mexicana, con plantel alternativo y abrumadora mayoría de futbolistas no habituales en certámenes internacionales, disputa hoy el primero de tres partidos consecutivos con riesgo de despido para su director técnico: caer en cuartos de final de la Copa Oro, como caer en una eventual semifinal o final, elevará los clamores de destitución.

 

De ninguna forma defiendo a Juan Carlos Osorio. En otros textos he externado mi incomprensión por su metodología, por su afán mesiánico de ver lo que nadie ha visto y hacer las cosas como nadie las ha hecho, por su negativa a consolidar un 11, por su terquedad de poner a futbolistas en puestos ajenos y prescindir de obvios en partidos decisivos, por su culpabilidad directa de las derrotas en los dos únicos momentos cumbre que ha enfrentado, por su discurso desapegado de la realidad (la última perla, en voz de su asistente, que a México se le dificultan los rivales de las islas por su corte atlético).

 

La reflexión va en otro sentido y requiere de un poco de memoria.

 

En 2015 el ambiente había tornado convulso en contra de Miguel Herrera, después de una luna de miel que se prolongó año y medio; en esa Copa Oro en la que sí se contaba con estelares europeos, se empató con Guatemala y Trinidad, se sobrevivió a Panamá tras el más escandaloso penalti.

 

En 2013, Chepo de la Torre llegaba precedido de una nefasta eliminatoria. Ahí, el Tri perdió dos veces con Panamá y padeció muchísimo para imponerse a Trinidad.

 

Es decir, que dos años nos alcanzan cíclicamente para olvidar el último susto o desastre en Copa Oro y para exigir goleadas por doquier.

 

Una cosa es que dadas las estructuras, apoyos, posibilidades, condiciones imperantes en nuestro fútbol, México siempre tenga que superar a sus rivales de hemisferio. Otra muy distinta es que eso suceda de rutina, porque no, evidentemente no es así.

 

También cuenta que Osorio ha llegado a tan incómodo torneo en su momento más falto de legitimidad. Tras el 0-7 chileno, se ganó en Columbus, se encaminó con facilidad el Hexagonal, pero eso no bastó para darle mayor crédito: a la Confederaciones se llegó con dudas, de la Confederaciones se salió con más dudas.

 

Son las formas, son las obstinaciones, son las sensaciones de que no se va a nada, son esos dos baños de ubicación padecidos contra Chile y Alemania, son las incongruencias de un proyecto en el que rara vez se expone a nuestro equipo a sinodales y ambientes desafiantes.

 

Es una generación de talentos que muchos creen que sobrevaloramos, pero que yo no tengo duda de que es la mejor que hayamos tenido, que está para mucho más, que ha de ser aprovechada con una gestión sensata.

 

Es eso, pero es también que no nos hemos encontrado futbolísticamente. ¿Qué quieren en la federación, a parte de dinero? El quinto partido mundialista. ¿Con qué bases, bajo qué programas, con qué desarrollo, bajo qué paradigmas? Encuentren las semejanzas entre Hugo Sánchez, Eriksson, Aguirre, Chepo, Vucetich, Herrera, Ferretti, Osorio y llegarán a una conclusión: sólo se parecen en la profesión.

 

Dicho lo cual, no es tan descabellado que cada dos años, en la Copa Oro, el Tri dispute toda la segunda ronda bajo riesgo de destitución de su seleccionador.

 

Twitter/albertolati

 

caem

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