Desde hacía tiempo Siria se había supuestamente comprometido a acabar con su stock de bombas de gas sarín y mostaza. Lo dijo en varios foros. Rusia hizo, en reiteradas ocasiones, de testigo.

 

Pero todos sabemos que no fue así. Recientemente niños, ancianos, mujeres, hombres que no tenían nada que ver perecieron asfixiados, en una muerte agónica donde los alvéolos pulmonares se cierran, mientras las heridas de la piel terminan en jirones.

 

Bashar al-Assad, el líder sirio, mintió y Donaldo Trump lanzó la famosa bomba que bautizaron como la Madre de Todas las Bombas. Todo esto ocurrió recientemente.

 

Hay una conclusión en el problema de Siria. Ni Rusia ni Estados Unidos quieren implicarse en una guerra de dimensiones incalculables, pero tampoco ninguno de los dos se va a bajar del carro en el que están. Sus posturas son tan inamovibles que lo que buscan es tiempo. Eso es lo que están buscando, el proceso, que se dilate el proceso mientras encuentran soluciones que hoy no encuentran.

 

Vladimir Putin defenderá siempre al régimen del Presidente sirio. Le conviene, y mucho. A través de Siria tiene el control de su salida al mar por el Mediterráneo –por cierto, el mar del comercio por excelencia.

 

Irán también va de la mano con sus hermanos sirios. Las milicias iraníes están apoyando de una manera incondicional al régimen de Al-Assad, que es chiita como el iraní. Por eso recibe toda la ayuda con las milicias de la antigua Persia, del Líbano e incluso con milicias iraquíes, para defender con uñas y dientes al régimen de Al-Assad.

 

El eje Rusia-Irán-Siria se ha convertido en infranqueable; se ha pegado con un hormigón que lo convierte en indestructible.

 

Y hay un problema más que hace que Siria se convierta en un polvorín y es su espacio aéreo o, más bien, un espacio aéreo que parece que es de todos o que a todos les pertenece.

 

Estados Unidos y Francia han incursionado una y otra vez para neutralizar al terrorismo del DAESH desde el aire. Rusia hace lo propio, pero golpeando sobre todo a los rebeldes. Eso sí, siempre se disculpa diciendo que se equivoca.

 

De cada 10 acciones bélicas, son muy pocas las que realiza contra el DAESH –más para quedar bien con la opinión pública- y el resto son golpes a las fuerzas rebeldes que quieren acabar con el régimen de Bashar al-Assad.

 

Por último está Turquía, que defiende sus propios intereses. Cuando le conviene cierra las fronteras para no dejar pasar ni a un solo refugiado que huye de la guerra. En otras ocasiones deja pasar al DAESH y su petróleo porque el terrorismo se tiene que financiar. Claro, con un peaje previo.

 

Turquía ya ha abatido a dos cazas rusos, porque invadieron el espacio turco. Y de todo este rompecabezas, ése es un tema relevante y lo es porque ni Rusia ni Estados Unidos van a permitir que derriben ninguno de sus aviones a riesgo de una guerra a gran escala.

 

aarl