En esta recta final de las campañas electorales de 2017, que es una suerte de la antesala de los comicios presidenciales de 2018, los jugadores están apostando todo y si hay duda basta ver a Alejandra Barrales y Alberto Anaya sacando el machete de una eventual alianza PAN-PRD el próximo año, al gobernador de Morelos Graco Ramírez llamando a la construcción de un nuevo Frente Amplio Progresista y a Andrés Manuel López Obrador poniendo ultimatos al PRD y PT para que declinen a favor de Delfina Gómez.

 

 
Sin duda el llamado de Andrés Manuel López Obrador, como siempre tiene la firma de un estratega político de gran talento como es el tabasqueño pero también trasluce una gran desesperación, más allá de los dichos de los analistas, los propios operadores electorales de Morena aceptan que no tienen ganada la elección debido a que los márgenes están cerrados y la estructura del PRI y Alfredo del Mazo es mucho más fuerte y grande que la suya.

 

 
El Peje sabe que las denuncias por el cobro de diezmo a los empleados, el despojo a mujeres divorciadas y sus hijos de pensiones alimenticias y los negocios millonarios con familiares en las administraciones de Delfina Gómez y su padrino Higinio Martínez en el ayuntamiento de Texcoco que se han documentado han detenido el crecimiento de su candidata y que la percepción negativa por la corrupción de Morena ha crecido, por lo que Andrés Manuel pretende desviar la atención y poner en la mira a los partidos de la Revolución Democrática y del Trabajo al exigirles que sus candidatos Juan Zepeda y Oscar González declinen a favor de su candidata, pues de perder la elección quiere endosarles la factura y responsabilizarlos de la derrota bajo el argumento de que fueron ellos y no él quien rompió la unidad de las izquierdas mexicanas; así ya va construyendo como consigna rumbo a 2018 que Morena es la única opción en su objetivo de seguir quitando votantes a sus antiguos aliados del PRD, PT y Movimiento Ciudadano.

 

 
En tanto, Anaya y Barrales en una jugada de mutua conveniencia se potencian al deslindarse de sus demonios abriendo la posibilidad de una pragmática alianza de amplio espectro.

 

 
El dirigente panista se sacude así las versiones de que estaría pactando con el PRI y el presidente Enrique Peña Nieto una coalición de facto para cerrarle el paso de nueva cuenta a López Obrador, mientras Barrales hace lo propio, se adelanta y se mete en los terrenos de los gobernadores perredistas que lanzaron su propia convocatoria a un frente opositor, porque ante la evidente dispersión del voto prevista para 2018, Graco Ramírez, Silvano Aureoles y Arturo Núñez se ven en la oportunidad de ser un factor que influya en las elecciones presidenciales de 2018.

 

 
En tanto, el PRI se juega todo en el Estado de México, apuesta todos sus recursos para mantener en su poder la entidad que fue el bastión desde donde Enrique Peña Nieto construyó su camino a Los Pinos y no entregarán tan fácilmente a un Andrés Manuel López Obrador en su tercer intento por convertirse en Presidente e instalar su residencia en el Palacio Nacional.