En las últimas semanas varios indicadores -entre ellos notoriamente los del empleo- ya habían dado señales de una desaceleración en la economía de Estados Unidos.

 

Ayer el Sistema de la Reserva Federal (el banco central estadunidense) confirmó esta tendencia al reducir sus expectativas de crecimiento para 2012 y 2013 en medio punto porcentual respecto de lo que había pronosticado apenas en abril pasado. Ahora el nuevo rango de crecimiento esperado va desde 1.9% a 2.4% para 2012 y de 2.2% a 2.8% para 2013.

 

Por cierto, este ajuste en las expectativas de la economía de nuestro principal socio comercial también obligará a realinear los pronósticos de crecimiento para México.

 

Es evidente que un mayor letargo en la economía de Estados Unidos significará complicaciones políticas y electorales adicionales para el presidente Barack Obama de cara a los comicios de noviembre próximo en los que buscará su relección por un periodo más. El problema para Obama es que la ya larga crisis económica, que le estalló en la cara al republicano George W. Bush, y que él heredó prometiendo devolver la esperanza a los millones de afectados, tiene irritados a los electores indecisos por las altas tasas de desempleo que no amainan, por lo que más noticias de incertidumbre en la economía le puede costar votos adicionales en una elección que -a pesar de los 13 puntos de ventaja para Obama que ayer mostró una encuesta de Bloomberg– aún no está definida.

 

Por eso para Obama la incertidumbre financiera europea tiene una fuerte implicación interna y eso lo creen también sus banqueros centrales, como se lee en la explicación del comunicado que ayer emitió la Junta de Gobernadores de la Reserva Federal: “Las tensiones en los mercados financieros globales siguen implicando un riesgo significativo a la baja para las perspectivas económicas”, dice la Fed. Es decir, hay una contaminación de las expectativas en Estados Unidos por los riesgos derivados de las indecisiones políticas europeas.

 

Por eso no extraña que el hecho más trascendente de la reciente reunión de líderes del G20 en Los Cabos, haya sido precisamente lo que el martes quisieron negar tanto Obama como los europeos: que el presidente estadunidense exigió a los líderes europeos, y en especial a la canciller alemana Angela Merkel, la definición de un plan fuerte que devuelva la estabilidad al euro y la tranquilidad a los mercados. “Saben que van a tener que hacer más”, dijo en relación a los líderes europeos un alto funcionario del gobierno estadunidense a El País después de la reunión que sostuvo Obama con sus pares de Europa el pasado lunes.

 

El “regaño” del presidente Obama -por fuertes razones de índole interna- se vio reforzado con el respaldo de los líderes de los principales países emergentes, como China, India y Brasil, cuyas expectativas económicas, dados sus fuertes lazos comerciales con Europa, se han visto menguadas por la incapacidad política de los europeos para llegar a acuerdos robustos para salir de su crisis.

 

Ayer la Reserva Federal anunció nuevas medidas de estímulo para alentar a la economía, pero Obama espera que los líderes de la Unión Europea anuncien un paquete de medidas definitivas durante la Cumbre del 28 y 29 próximos en Bruselas.

 

De ser así, le habrán quitado un fardo de encima…y al mundo también.

 

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