Literalmente.

 

La 22 Asamblea Nacional del Partido Revolucionario Institucional (PRI) pareciera centrarse en los llamados candados, como se denomina a los requisitos para ser candidato a cargos de elección mayores, básicamente Presidente de la República y gobernadores.

 

A esa reducción discursiva se agrega otra: el lugar donde se instalará la mesa de estatutos para analizar si se reforman o no.

 

A Campeche llegarán el segundo fin de semana de agosto solamente delegados seleccionados, no se abrirá el debate al estilo ceceachero o auténticamente asambleísta y es previsible la victoria de la representación oficialista para no exigir formación ni historia priista al candidato presidencial de 2018.

 

Para aspirar a la postulación hoy es necesario acreditar una militancia mínima –en el PRI vale repetir a riesgo de pleonasmo- de 10 años y haber tenido cargos de dirección y elección popular.

 

Rescoldos del sentimiento despertado tras la postulación de Ernesto Zedillo, quien sin militancia acreditada ni fe tricolor llegó a relevar en la candidatura de 1994 a Luis Donaldo Colosio, un priista de cepa, ex dirigente nacional tricolor, ex diputado, ex senador y ex coordinador de una campaña presidencial.

 

Molestia multiplicada con el discurso de sana distancia, mientras ponía y quitaba dirigentes hasta debilitar al PRI y convertirlo en el espantapájaros listo para la derrota de 2000 ante Vicente Fox.

 

PROCESOS ABIERTOS VS. CACICAZGOS EN LOS ESTADOS

Ahora el discurso se llama democracia.

 

Pocos lo recuerdan, pero en el quitar y poner presidentes priistas –Ignacio Pichardo, María de los Ángeles Moreno, Santiago Oñate, Mariano Palacios Alcocer, José Antonio González Fernández y Dulce María Sauri Riancho-, Ernesto Zedillo hizo experimentos democráticos.

 

Así surgieron candidatos a gobernadores –Joaquín Hendricks en Quintana Roo, Melquiades Morales en Puebla, Tomás Yarrington en Tamaulipas, Juan S. Millán en Sinaloa, por citar algunos- para quitar poder al mandatario saliente.

 

Antes de continuar, analicemos un caso:

Mario Villanueva quería imponer a Addy Joaquín Coldwell, y hasta viajó a La Habana para negociar con el entonces embajador mexicano en Cuba, Pedro Joaquín Coldwell, cómo la hermana de éste vencería a Hendricks y a Sara Musa.

 

Contra su voluntad, ganó Hendricks y, a más de acabar el cacicazgo, Villanueva no tuvo protección y fue a la cárcel, de donde no ha salido.

 

CON O SIN CANDADOS, LA BASE EXIGIRÁ DEMOCRACIA

Hoy el reclamo, decíamos arriba, es democracia al interior del PRI.

 

Con o sin candados, los priistas reclaman tener la decisión de los candidatos, elegir entre prospectos y darse uno con representación popular y capaz de combatir en todos los ámbitos, urbano y rural, en el Norte y en el Sur.

 

Nada fuera de lógica cuando el PRI aparece en desventaja electoral, hay una sociedad hastiada con los partidos –más de 50% rechaza a la llamada clase política– porque la ha defraudado y no tiene posibilidades de remoción.

 

La revocación de mandato es un tema pendiente y no estará en la Asamblea Nacional.

 

Ni ése ni otros, como los desmenuzaremos más adelante.

 

 

caem