Las computadoras afectadas en el mundo por el ataque cibernético de la semana pasada fueron aquéllas que mostraban más vulnerabilidades de seguridad en sus sistemas operativos.

 

Una puerta abierta en el sistema operativo permitió a los expertos en computadoras diseñar la manera de entrar, secuestrar y pedir rescate por los equipos.

 

Así como otros tantos se aprovechan de la inocencia e ignorancia de muchos usuarios de equipos de cómputo para la infección con virus maliciosos. Los más crédulos abren archivos que prometen premios, que parecen atractivos, que se pintan como algo bueno para el usuario.

 

Los populistas, de derecha y de izquierda, son lo mismo. Son un malware de la política que se visten de archivos de buena fe, que buscan incautos y que cuando llegan al disco duro del poder infectan de manera viral todo el sistema.

 

Habrá muchos que nunca se den cuenta de la infección sistemática, pero los que al final ven los daños provocados ya no encuentran la manera de salirse del sistema y tienen que esperar a las siguientes elecciones para hacer una reinstalación de todo el sistema operativo político de su sociedad.

 

Ahora, hay malwares del populismo que si bien infectan como troyanos con sus campañas mentirosas y abusivas a los electores, se topan de frente con los firewalls de las instituciones.

 

Ahí tenemos ese virus que los expertos identificaban con un gran copete amarillo, mucho dinero y un discurso agresivo que se metió hasta la médula del sistema electoral de los Estados Unidos.

 

Sólo que ahora vemos cómo desde el Congreso, desde el poder judicial, desde los medios de comunicación, desde los gobiernos locales, desde el FBI, en fin, hay un freno a las intenciones de inyectar su código malicioso en la economía más grande del país.

 

En Francia, los electores tuvieron los sistemas de control suficientes para evitar la infección a tiempo y optaron por un software experimental que ahora busca hacer gobierno.

 

En Venezuela, el virus de la República Bolivariana de Hugo Chávez acabó por destruir un sistema económico completo. Porque, además, ese virus se reprodujo en una peor versión en la persona de Nicolás Maduro.

 

En México no tenemos los cortafuegos, los antivirus institucionales suficientes como para ponerle freno a una amenaza viral del populismo. El congreso podría ser una versión no actualizada de protección que acabaría por sucumbir.

 

La virulencia de las tropas infecciosas podría poner en peligro físico incluso a los opositores, sean medios de comunicación o, bien, organizaciones sociales.

 

Y todo porque siempre al inicio en esos regímenes de contaminación sistemática, son muchos los usuarios que están convertidos en zombis del malware. Para cuando se dan cuenta ya están en Venezuela.

 

Si el populismo infecta desde las urnas al ya enfermo sistema político y social mexicano, seguro que quedaríamos en primer lugar de los afectados por algo así como el WannaCry de la política mundial.

 

aarl