La fuerza de un líder radica en su capacidad de convencimiento. Y las mejores maneras para convocar y convencer están asociadas a la narrativa; es decir, el arte de diseñar una buena historia y representarla adecuadamente. El sistema de valores de cualquier sociedad se fundamenta en el poder de una narrativa que cautive las mentes y los corazones de las personas, a la vez que dibuje parámetros y directrices morales. Siempre hay historias a las que un líder puede recurrir para inspirar a los demás. Un gran narrador no necesariamente es un líder notable, pero un buen líder debe de poseer habilidades narrativas.

 

No se puede cambiar la cultura de una compañía escribiendo “memos”, sino que se tiene que apelar al corazón y a las emociones de las personas.

 

De acuerdo con Robert McKee, autor de Story y uno de los más célebres maestros de guionismo del mundo, existen varios errores que los empresarios cometen cuando intentan crear narrativas en torno a su compañía, sea para fines mercadotécnicos o de índole organizacional. El principal, según McKee, es la tendencia a querer presentar una historia rosa o cursi de la organización.

 

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“Cuando me piden que ayude a convertir presentaciones organizacionales en narrativas, realizo un sicoanálisis rápido de la organización. La cantidad de dramas y peleas que salen es formidable. La mayoría de las empresas prefieren esconder la ropa sucia bajo la alfombra y presentar una imagen rosa y edulcorada al mundo. Es una equivocación, sobre todo cuando se trata de crear una narrativa cuyo fin sea recaudar fondos para un proyecto determinado. Como narrador, debes presentar los problemas en el frente y mostrar cómo los has enfrentado. Sólo las historias con antagonistas reales -donde se corre el peligro de perder- son las que pueden exhibir a la empresa como una entidad dinámica que genere entusiasmo”.

 

Mckee, quien actualmente promueve una serie de cursos internacionales sobre narrativa y empresa, describe un caso hipotético: “Digamos que el CEO de una start-up biotecnológica debe persuadir a inversores para financiar el futuro de la compañía. Su proyecto estrella es un químico que ayuda a la prevención de ataques cardiacos. Podría mostrar un montón de slides que mostraran el tamaño del mercado, los esquemas organizacionales, el plan de negocios, etcétera. Pero también podría contar una historia que empezara con la muerte de alguien cercano a causa de un ataque cardiaco –su padre, su abuelo, en fin.

 

“Sólo las historias con antagonistas reales -donde se corre el peligro de perder- son las que pueden exhibir a la empresa como una entidad dinámica que genere entusiasmo”

 

De entrada, los inversores ya visualizarían a un protagonista (la empresa) que lucha contra un enemigo cruel (la muerte, la misma naturaleza). Luego, podría incorporar otros protagonistas (las autoridades regulatorias, la falta de fondos, la competencia por la patente) para crear una acumulación de antagonistas enfocada a crear suspenso. Una vez que se tenga a la audiencia al filo de la butaca, se presenta el final positivo: ganamos la carrera, obtuvimos el financiamiento y ahora nuestro químico ayuda a salvar vidas. Pero queremos seguir progresando, por lo que requerimos de su ayuda. No digo que la simple historia obtenga esos fondos, pero sin duda va a complementar con solidez la mera presentación de slides. Más aún: al hablar con franqueza de los problemas experimentados, la compañía ganará credibilidad y respeto.”

 

Uno de los peores errores de imagen que puede cometer una empresa es creerse sus propios boletines de prensa. La audiencia –consumidores y stakeholders- no está compuesta de ingenuos: perciben cuando una compañía exagera cifras o pinta escenarios demasiado benevolentes. Una narrativa compuesta meramente de elementos positivos es contraproducente, pues fomenta la desconfianza entre las personas a las que se intenta convencer de la integridad de la organización. Por no decir que es deshonesta, y por ende, socialmente irresponsable.