Así, como pateando un bote, llegamos al octavo mes de 2017. Estamos ya a dos semanas de que uno de los más grandes temores de la relación entre México y Estados Unidos tome forma de una renegociación.

 

A partir del 16 de agosto iniciarán de manera formal las pláticas entre los tres países firmantes del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), y si bien durante los últimos meses han mejorado las expectativas respecto al futuro del acuerdo, la realidad es que con Donald Trump y su gobierno no se sabe.

 

Tanto que el propio secretario de Economía, Ildefonso Guajardo, insiste en que México tiene un plan B en caso de una marcada intransigencia por parte de los negociadores estadounidenses.

 

Está claro que no van a revelar ninguna de las partes sus estrategias negociadoras, pero en el caso de Estados Unidos es evidente que buscarán tomar una posición de hacer el favor a sus dos vecinos y socios de mantenerse en el acuerdo sólo si cumplen una lista de exigencias que apuntan a la obtención de beneficios preferenciales.

 

Puede ser que los negociadores encabezados por Robert Lighthizer intenten estirar la liga lo más que se pueda antes de ceder a la realidad de que en una negociación todos deben obtener beneficios. Pero si la intransigencia es lo que prevalece, es ahí donde México tiene un plan alternativo que es romper y regirse por las reglas de la Organización Mundial del Comercio (OMC).

 

Pasó un poco desapercibido, pero México logró una ventaja negociadora indirecta con la decisión de los republicanos en el Congreso de desechar la propuesta de implementar un impuesto fronterizo.

 

Sin el Border Adjustment Tax (BAT) en la mesa de la discusión fiscal, se elimina una barrea importante que permitiría que el bajo arancel que contemplan las reglas comerciales mundiales de la OMC mantuvieran un atractivo para las exportaciones mexicanas.

 

Pero antes de llegar a esa última instancia, que sin duda generaría gran turbulencia en los mercados mexicanos antes de comprender que no sería una situación tan grave, hay otras estrategias negociadoras que llevarán los mexicanos a la mesa de las pláticas.

 

En resumen, la principal maniobra mexicana será bautizar las negociaciones con Estados Unidos y Canadá como integrales.

 

No sólo comercio, sino también energía, además de migración y seguridad fronteriza. Más todos aquellos temas en los que Estados Unidos tenga un especial interés de contar con la colaboración mexicana.

 

No ha sido tan conocido como el TLCAN, pero el acuerdo de seguridad fronteriza ha cuidado que desde México no se cuelen a Estados Unidos potenciales terroristas.

 

Si Estados Unidos asume la posición arrogante de salirse del libre comercio, México lo tomará como una negativa a cualquier tipo de acuerdo bilateral, incluidos los de seguridad, lucha al narcotráfico, al terrorismo, a la migración centroamericana y demás.

 

En el momento que reciban la noticia, seguro que se volverán a acomodar en sus sillas y podrían relajar su soberbia negociadora en materia comercial.

 

caem