El Presidente de un país como Estados Unidos es una de las personas que guarda un mayor número de secretos de Estado. Entre otras cosas porque se le informa de las medidas más trascendentales.

 

Él sabe cómo funciona la inteligencia de su país –una de las más relevantes del mundo- y su coordinación con el resto de inteligencias. Conoce a la perfección el arsenal atómico del que dispone; tiene conspicuos asesores en materia de Defensa de Seguridad. Trump guarda esos secretos, ésos a los que sólo los Presidentes y un puñado de privilegiados tienen acceso.

 

Esas preguntas sobre mundos lejanos y vidas inteligentes, de galaxias desconocidas o temblores financieros tienen respuesta en muy pocas personas sumamente poderosas. A ellos se les informa sobre las estrategias globales, sobre cómo funcionan los grandes intereses de países con el petróleo, los territorios, el gas, la salida a los mares y océanos para, así, controlar el planeta.

 

Dicen que en boca cerrada no entran moscas. Cuando se tiene tanta información sensible, alguien como el actual Presidente de Estados Unidos, Donaldo Trump, lo primero que debe saber es que tiene que controlar su incontinencia verbal. Pero este hombre es experto en meter la pata.

 

Todavía está caliente el sillón donde se sentó el ministro de Exteriores ruso en la Oficina Oval. Ahí, entre confidencias e infidencias, Donaldo el incontinente le compartió al canciller ruso informes secretos sobre el DAESH. Le explicó el afán del Estado Islámico por querer atentar en aviones comerciales con computadoras (bombas).

 

Y esto es lo que ha trascendido, lo que sabemos; porque una reunión de casi dos horas da para hablar de muchos temas. Esto no es más que la génesis de un libro que acaba de comenzar.

 

¿Cómo se le ocurre a Trump contar este tipo de información tan sensible cuando Estados Unidos y Rusia son, por ejemplo, enemigos irreconciliables en el contencioso de Siria? ¿Cómo son ahora tan amigos, cuando durante años se han enseñado los dientes? ¿Qué esconden?

 

Donaldo Trump no se retracta, sino que saca pecho y defiende el derecho absoluto de compartir con Rusia información sobre el terrorismo. Eso es lo mismo que si un ladrón llega a una casa a robar y le dan la combinación de la caja fuerte.

 

Putin es un viejo lobo de mar, mientras que Trump es un bisoño locuaz. Cada día va peor. Rusia tiene cada vez más elementos para agarrar por las gónadas a Donaldo Trump, un Presidente vehemente con un desconocimiento absoluto en casi todos los asuntos. Eso sí, para hacer negocios y dinero, para eso sí ha salido bueno. ¿Por qué no sigue con ello? Digo yo.

 

aarl