Una vez más le revienta un conflicto interno a Andrés Manuel López.

 

Le pasó en julio de 2006, cuando tras el plantón del Zócalo al Paseo de la Reforma y la Fuente de Petróleos se le fueron los mejores aliados políticos e intelectuales.

 

Repitió en 2012 por rechazar el evidente triunfo del priista Enrique Peña Nieto, cuando prácticamente nadie lo secundó en sus protestas por el fraude visto sólo por él y sus incondicionales.

 

Y ahora vuelve a sentir el reclamo de quienes lo han seguido por años.

 

He aquí su sentimiento.

 

Desde su primera competencia electoral, en 1988 por la gubernatura de Tabasco ante Salvador Neme Castillo, ha descuidado crear una estructura electoral con múltiples objetivos.

 

El primero es estructurar un ejército para promoverlo como candidato a fin de obtener simpatizantes y llevarlo ante las urnas el día de las votaciones.

 

El segundo es incorporarlo a las casillas para asegurar la vigilancia de quienes sufraguen, tanto a su favor como de los abanderados de las fuerzas políticas opositoras.

 

Su fuerza debe verse al momento de contar los votos, tanto en los centros de emisión como al miércoles siguiente, como ordenan las leyes federales y estatales.

 

En adición, necesita un cuerpo de abogados muy capacitados e informados para llevar las anomalías ante los institutos y tribunales electorales.

 

Así debiera ser, le repiten, pero…

 

NADA DE ESTRUCTURA: LA GENTE ME PROTEGE

 

Cuando se acercaba la elección del Estado de México, sus consejeros le insistieron en atender estas sugerencias.

 

-No es necesario. El pueblo nos protege -contestó.

 

De nada sirvió que sus operadores le hablaran de un flanco débil: no tenían representantes en 25% de las casillas y eso facilitaría el fraude, sobre todo en las zonas rurales, el centro y sur del estado.

 

No lo hizo cambiar de actitud siquiera su propio pronóstico dado semana y media antes de los comicios mexiquenses, del cual dimos cuenta en este espacio:

 

-Si la votación es de 50% del listado nominal o menos, estamos perdidos. Si ronda entre 50 y 55%, podremos estar en la pelea. Entre 55 y 60%, andaremos un poco adelante.

 

PIDIÓ INCONDICIONALIDAD AL PRD Y A ZEPEDA

 

Luego remató:

 

-Pero si la participación rebasa 60%, nadie nos arrebata el triunfo.

 

Acertó: la asistencia rondó 53%, y Delfina Gómez estuvo en la contienda, pero le fue insuficiente para ganar sin sombra de duda.

 

Él previó esta baja concurrencia, y por eso, en las vísperas, apremió al candidato del PRD, Juan Zepeda, a declinar a favor de Morena.

 

Con una actitud dictatorial: Zepeda debía entregar todo su prestigio, sus aspiraciones y el reposicionamiento del PRD sin nada a cambio.

 

Ni siquiera la Secretaría General de Gobierno, predestinada para Alejandro Encinas como primero del equipo a imponer a Delfina Gómez para mantenerla como empleada.

 

Hoy, el Peje paga su intolerancia, primero con sus asesores y luego con sus ultimatos a Zepeda y el PRD, y quién sabe si se le sumen otros partidos a su protesta por la derrota de Delfina en el Estado de México.

 

 

aarl