Más que el común de las contrataciones que se ha propuesto, a Florentino Pérez se le ha complicado la renovación del escenario madridista; meses atrás, cuando el proyecto ya estaba más que afinado y publicitado, el tribunal Superior de Justicia de Madrid lo frenó en seco. Y es que por mucho que su club se llame Real Madrid, por mucho que aglutine aficionados en los más remotos rincones del mundo y por mucho que haya ganado más Champions League que ninguna otra entidad, no se puede construir tan tranquilamente  sobre el espacio público, como proponía la anterior maqueta para el futurista Bernabéu.

 

El nuevo proyecto, que en en el plano luce como toda una nave espacial aterrizada en el Paseo de la Castellana, ya no se plantea semejantes atropellos y continúa dando a la directiva merengue lo que se proponía: la posibilidad de emprender más y mejores explotaciones de la marca madridista; con espacio comercial, con la posibilidad de incluir un hotel, con opciones distintas para eventos más allá de los meros partidos (que cada vez van siendo menos relevantes en el balance de cuentas de una instalación deportiva), con suntuosas áreas VIP, con el posicionamiento como institución de máxima vanguardia que es imprescindible para este gigante del balón: ni más ni menos que la marca deportiva mejor valorada por algunos expertos, en un listado en el que suelen estar Vaqueros de Dallas, Yanquis de Nueva York y Manchester United.

 

Se habla de unos 400 millones de euros como presupuesto de renovación, que traducidos a términos de fichajes y el consiguiente sueldo a pagarse a toda mega figura recién llegada, pueden equipararse a la adquisición de un par de grandes cracks: unos 120 millones por traspaso y los restantes ochenta como salario dividido entre cinco temporadas. De forma tal que si consideramos que en este verano el Madrid se mostró atípicamente austero (apenas repatrió a Álvaro Morata, ejerciendo la cláusula de 30 millones para hacerlo) y que tiende a pasar otro año sin registrar nuevos futbolistas (por el castigo de la FIFA), entonces puede pensarse que el nuevo Bernabéu saldrá gratis o equivaldrá a un par de Galácticos.

 

A eso debe añadirse que tendrá un sub-nombre comercial que será subastado y buscará en cada confín del planeta al mejor postor. ¿Alguna aerolínea árabe como con Arsenal o Manchester City? ¿Alguna compañía aseguradora como con el Bayern? ¿Alguna marca deportiva, alguna firma de nuevas tecnologías, algún consorcio bancario? Lo que sea o, literal en palabras Florentino Pérez, como quien pague quiera: “Le vamos a poner IPIC Bernabéu o lo que quieran ellos… O Cepsa Bernabéu“.

 

Al menos la palabra Bernabéu se quedará, pero complementado por un patrocinador a cambio de no menos de 40 ó 50 millones de euros anuales (como para no escuchar a ningún romántico anticapitalista, aferrado al pasado).

Una nueva era merengue brotará con esa rutilante obra. Era que se dificultó a Florentino casi tanto como el fichaje de Neymar, único Galáctico prioritario al que no logró vestir de blanco.

 

Twitter/albertolati

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