Campaña de odio, inoperancia, incapacidad, limitantes futbolísticas, hartazgo, jugadores desentendidos, una directiva complaciente, malas intenciones, consigna, línea o lo que sea. Puede ser una o pueden ser todas, porque en el extraño submundo de Cruz Azul, si no es un doping, es una derrota de último minuto, un promotor, una alineación indebida, un cambio mal hecho o una pelota al poste; da igual, el resultado siempre es el mismo.

 

Y el perfil del técnico resulta igualmente intrascendente. Han buscado desde aquél que es todo apapacho, todo cariño, pasando por el estratega enfermizo, el que puede presumir gran cantidad de títulos, el motivador o el de mano dura… de los candidatos naturales a los inexplicables, pero sólo una cosa unifica: el fracaso. Sólo es posible juntar tantas personalidades en el mismo sitio obteniendo el mismo resultado: Cruz Azul. Todo esto es posible con una sola idea, una sola cabeza, una misma mente, un solo sistema de operación, una misma línea de mando y una misma visión; con esa visión que cambiando, moviendo, corriendo, contratando, reestructurando, reposicionando, llevando y trayendo siguen estacionados en el mismo espacio de la tristeza y depresión.

 

No es la primera vez que lo digo y tampoco el único que lo piensa: Billy Álvarez debería –por su propio bien, por el amor que le tiene a Cruz Azul, por respeto a sus cada vez menos seguidores, por un simple y sencillo ejercicio de autocrítica– dejar de una vez por todas que alguien más ocupe su lugar.

 

Los árbitros se han equivocado, sí, pero de eso a que sean los mayores culpables del estancamiento colectivo que sufre el equipo, hay gran diferencia. Tomás Boy está lejísimos de ser monedita de oro, pero de eso a que se generen campañas en su contra, lo dudo. Eso es sólo una consecuencia que conlleva tener una personalidad de choque.

 

Pero no es el llamado “jefe” a quien puede señalarse como responsable absoluto de lo que ha pasado. Sus detractores ríen y gozan, quienes creemos que personalidades como la de Tomás Boy nutren de alguna u otra forma el circuito de entrenadores, estaremos a la espera de una nueva oportunidad, porque si de oportunidades se trata, todos pueden formarse en la fila que encabeza el mismo Guillermo Álvarez, una fila en la que ha estado presente por casi 20 años, fracaso tras fracaso, desilusión tras desilusión.

 

Boy es sólo un nombre más en el salón de la vergüenza celeste, ni más ni menos.