El nuevo Primer Ministro de Canadá Justin Trudeau es, a todas luces, un líder atípico. No solamente por su discurso, ideología o pasado, sino por haber roto con una década de status quo conservadora en Canadá. En gran parte, esto fue lo que lo llevó a la victoria electoral: la fatiga ciudadana por Stephen Harper.

 

El antiguo primer ministro, conservador, se destacó por una política exterior mucho más agresiva y un crecimiento económico basado en los hidrocarburos canadienses. Estos 9 años de Harper pasaron sin pena ni gloria para los votantes del ahora victorioso Trudeau y decidieron darle el voto a un político fuera de lo común.

 

Justin es hijo de Pierre Trudeau, Primer Ministro de Canadá desde 1968 hasta 1979 y de 1980 a 1984. Su padre fue una especie de celebridad política en la época, como un José Mujica a finales de los 60. John Lennon, después de conocerlo, mencionó que “Si todos los políticos fueron como el Sr. Trudeau, alcanzaríamos la paz mundial”. Él murió en el año 2000, y a su funeral atendieron personajes como Fidel Castro y Leonard Cohen.

 

El nuevo premier canadiense tiene una agenda abiertamente liberalizadora, una continuidad de las políticas reformistas y anti-establishment que aseguraron el legado de su padre. Se proclama defensor de iniciativas ambientales, se ha promulgado en favor de la despenalización de la marihuana y planea reformar el sistema de justicia penal.

 

Por el lado económico, Justin Trudeau aborda un esquema que se puede interpretar como keynesiano. Planea evitar la austeridad, hacer importantes inversiones en infraestructura, en transporte público y en vivienda popular. Asimismo, planea subir los impuestos a quienes más ingresos reportan y aliviar fiscalmente a la clase media.

 

Como primera acción, un guiño a sus votantes liberales y en repudio a su antecesor conservador, anunció la retirada del ejército canadiense de Irak y Siria, al mismo tiempo que planea restablecer las relaciones con Irán.

 

La constitución de su gobierno también refleja su actitud progresista e incluyente. El 50% de su gabinete está compuesto por mujeres. Su Ministra del Interior es una refugiada originaria de Afganistán, Su Ministro de Defensa es sikh y sirvió con las fuerzas armadas en Bosnia, cuenta con una periodista a cargo del Ministerio de Comercio, un astronauta para la oficina de Transportes y un magnate de los negocios a cargo del Ministerio de Finanzas.

 

Pero a pesar de estos esfuerzos para atraer a los inconformes, existe una férrea oposición a Trudeau. Entre la población canadiense existe un movimiento numeroso y en ascenso de jóvenes con tendencias de izquierda más radicales. Éstos se hicieron notar durante una prolongada, y a veces violenta, huelga estudiantil en Quebec en 2012. Este segmento poblacional está especialmente preocupado por los intereses de una vinculación público-privada que intenta explotar las vastas reservas de petróleo y de diferentes minerales canadienses, sin tomar en cuenta el altísimo costo ambiental que ello representa.

 

Estos jóvenes rechazan a Trudeau de la misma manera que a su antecesor por no declararse en contra de este tipo de iniciativas. Al mismo tiempo, condenan que Trudeau no haya considerado una ampliación y profundización de la legislación para las tierras indígenas, cuyas poblaciones muchas veces no tienen la determinación ni habilidad para decidir qué hacer o no hacer con sus territorios.

 

Pero no son solamente las predicciones del futuro lo que irrita a la oposición, su labor como legislador sienta los precedentes necesarios. Justin Trudeau votó a favor de la Anti Terrorism Act 2015, una medida legislativa similar al Patriot Act americano, que provee a las instituciones de seguridad del gobierno canadiense con poderes extraordinarios, bajo el supuesto de tener la capacidad de evitar ataques terroristas en su territorio. Entre otras medidas, esta ley facilita “detenciones preventivas” de supuestos sospechosos sin ordenes de aprehensión y robustece los poderes para que el gobierno acumule información personal de sus ciudadanos.

 

Las primeras acciones de Trudeau pueden o no ser simplemente simbólicos espaldarazos a sus seguidores. Tendremos que esperar a que su labor como premier se desarrolle y pueda dar o no la razón al tsunami de periodistas que aclamaron su triunfo en las elecciones como el cambio inminente, indispensable e inquebrantable que Canadá pedía desde la llegada de Stephen Harper.

 

Esperemos que esto funcione. Millones de personas que esperamos un continente más progresista tenemos los ojos puestos sobre Canadá.