Sin duda estamos ante una manifestación inusual y de trascendencia política. Las marchas de los jóvenes del movimiento #Yosoy132 van a tener múltiples consecuencias: 1) primero en la relación de los medios con el gobierno y los partidos (el manifiesto de Enrique Peña Nieto ya lo sugiere), 2) luego en la relevancia de las redes sociales para la creación de ambiente en las campañas electorales y 3) finalmente en la reafirmación del papel del segmento de los jóvenes en la política, como el elemento de cambio social por antonomasia.

 

La pregunta que queda por resolver es si estos movimientos van a tener consecuencia electoral. Es decir, si los acontecimientos que estamos presenciando van provocar un cambio en las preferencias.

 

A partir de las marchas y expresiones observadas en las universidades se están creando por lo menos dos percepciones: que los jóvenes están participando más en la política, y que este segmento de la sociedad está prefiriendo al candidato de las izquierdas a la Presidencia.

 

Estas percepciones nos obligan a revisar los datos obtenidos en la investigación con encuestas, y también cuál ha sido el comportamiento histórico de los jóvenes. Para la primera percepción hay que decir que los jóvenes históricamente han sido el segmento que menos vota, donde se ubica la mayor parte del abstencionismo. Hasta el día de hoy no tenemos evidencia de que en esta elección vayan a participar más o que estén más interesados en la política que antes, pero eso sólo lo podremos saber el día de la contienda electoral con encuestas de salida. Estos datos cuestionarían la primera percepción.

 

Para la segunda hay que decir que en las última elecciones federales, en 2009, y en buena parte de las elecciones locales los electores jóvenes han votado en su mayoría por el PRI. Así es en términos absolutos por la ventaja que lleva el candidato del PRI en esta elección. Como muestra el gráfico de tendencia electoral, entre el segmento de los jóvenes no es muy distinto al comportamiento al de la población en general.

 

Y si lo analizamos por sesgos, de acuerdo a nuestra última medición en Parametría registramos un sesgo a favor del candidato del Nueva Alianza Gabriel Quadri, su voto se duplica en el segmento de 18 a 24 años en general y se triplica entre los jóvenes universitarios. El siguiente sesgo a favor se registra en la candidata del PAN, y en el del candidato del PRI estaría registrando un sesgo ligeramente negativo. Pero sin duda ni en mediciones, ni en términos históricos se podría argumentar que la mayoría de los jóvenes estén votando por el candidato de izquierda. Nuevamente este dato lo tendremos más claro luego del primero de julio.

 

Por otra parte hay que dimensionar de qué tamaño es el electorado que se está expresando. En términos numéricos el segmento de población de 18 a 24 años representa el 17 por ciento del electorado. Si lo cerramos a grandes números estaríamos diciendo que uno de cada cinco votos es del electorado joven.

 

 

Luego tendríamos que calcular cuál es el porcentaje de jóvenes que tiene acceso a la universidad. En México sólo poco más del 10% de la población tiene acceso a la educación universitaria. No podemos olvidar que el promedio de escolaridad del país es de 8 años. Con números de INEGI sabemos que hay 2 millones, 848 mil 551 estudiantes universitarios en México. Esto representa aproximadamente el 3.5% del electorado.

 

Es decir que el segmento de los jóvenes que se están expresando en las marchas o en las universidades en sí mismo no tiene un peso electoral sustancial como para cambiar una elección a no ser que estuviéramos en una elección cerrada. Una elección donde el margen sea muy estrecho y el peso específico de este electorado se pudiera magnificar.

 

En conclusión la relevancia del movimiento de #Yosoy132 en realidad está en el impacto mediático que pueda generar. Los argumentos y cuestionamientos de los jóvenes universitarios sin duda son de fondo y con consecuencia ya en el corto plazo. Lo que no termina de quedar claro es de qué tamaño será su impacto electoral. El impacto mediático es uno de los más difíciles de estimar.

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