Probablemente todas las estaciones del Metro cuentan con al menos un anuncio en el que el Gobierno de la Ciudad de México presume el subsidio al 100% de la Tenencia Vehicular. La Tenencia siempre fue un impuesto polémico, asociado a menudo a los Juegos Olímpicos de 1968, lo cual no es cierto porque fue establecida en 1961, y finalmente una de las pocas promesas que cumplió Felipe Calderón cuando fue presidente.

 

Me refiero al humor negro de Mancera porque la coincidencia de publicitar el subsidio a la tenencia en un medio de transporte cuya tarifa subió 67% en diciembre pasado es desafortunada, por decir lo menos. Para colmo, el cierre artificial de la Línea 12 del Metro, producto más de una venganza política que de verdaderas fallas estructurales, y la inversión de seis mil 500 millones de pesos en el Circuito Interior, mandan un mensaje de absoluta burla a los no usuarios del automóvil, cerca de 80% de los viajeros según la Encuesta Origen Destino.

 

En días recientes comenzaron las obras que eliminarán los puentes del Circuito Interior entre Río Mixcoac y el Aeropuerto. El monto de esta obra es de seis mil 500 millones de pesos, cifra muy similar al monto que se habría recaudado de no haberse cancelado la Tenencia. Esto significa que si el Jefe de Gobierno, Miguel Ángel Mancera, estuviera muy comprometido con la movilidad sustentable tendríamos cuando menos 13 mil millones de pesos ya sea para banquetas, ciclovías, mejoras a los autobuses, Metrobús o Metro. La realidad es distinta.

 

Uno de los objetivos del Programa de Desarrollo del Distrito Federal 2013-2018 dice a la letra: “Establecer políticas públicas de reducción del uso del automóvil, para garantizar una mejor calidad de vida y reducir las externalidades negativas asociadas a su uso.” y determina una serie de Metas y Líneas de Acción que en teoría son muy congruentes con este objetivo. Sin embargo, la Secretaría de Obras y la Agencia de Gestión Urbana, ambas controladas de hecho por el mismo personaje, Fernando Aboitiz, tienen otro objetivo: dar trabajo a sus constructoras afines, “hacer sinergia”, como dicen los que han sido sus subordinados.

 

El Circuito Interior ya tuvo obras en años recientes. También costaron miles de millones de pesos, tres mil 500 millones nos dijeron entonces. Los beneficiados de estas obras son exactamente los mismos que serán beneficiados por las nuevas: 100 mil personas. Entonces se cambió el piso de la vialidad a concreto en más de 40 kilómetros con al menos ocho carriles en cada tramo, y se construyeron cinco pares de puentes de seis carriles cada uno. No parece que la nueva obra sea más compleja, salvo por un túnel para cruzar Insurgentes. Tal vez sólo se debe a que sus promotores se volvieron más finos o que Fernando Aboitiz aspira a ser jefe de Gobierno a partir de 2018.

 

Al mismo tiempo, llama la atención que nuevamente hablemos de Circuito Interior y no de Circuito Bicentenario. En efecto, en las obras desarrolladas en 2008 y 2009, Circuito Bicentenario cambió de nombre mientras también se construía para el Metro la Línea Dorada del Bicentenario. En 2014, ambas obras conmemorativas del Bicentenario son replanteadas: una gran obra, con los mejores trenes, con las mejores estaciones, que llega hasta los límites de la ciudad, está parada so pretexto de fallas estructurales cuando los problemas específicos son de falta de mantenimiento y en un par de curvas. Cuando se corte el listón del Circuito Interior y sus seis puentes de a mil 100 millones cada uno y cuando se reabra la Línea 12, ambas inversiones completas serán mérito absoluto y mediático del actual jefe de Gobierno.

 

En 2012, escuchaba a Miguel Ángel Mancera, candidato, hablar de calles completas, de desalentar el uso del automóvil, de impulsar el transporte; sentí que estaba por votar a favor del Antanas Mockus, del Enrique Peñalosa o del Mauricio Macri del Distrito Federal, alguien que, como los dos primeros en Bogotá, o Macri en Buenos Aires, transformara positivamente la vida de la capital mexicana. Hoy encuentro burla y peligro: de 1997 a 2012 tuvimos un “gobierno de izquierda” que, con sus diferencias cada uno, forjaron una ciudad mejor.

 

En los últimos 16 meses hay más bien un esfuerzo como el de los viejos sexenios priistas de sepultar lo que hizo el antecesor para poder destacar. Nada más destructivo. ¿Hacía falta? El jefe de Gobierno todavía presume un gobierno de izquierda. ¿Será, o será más bien parte de su humor negro? No sé si quiero escuchar la respuesta.