A un mes y cinco días de que comenzó la ofensiva de Israel en Gaza, se han acumulado diversos sucesos que resultaron difíciles de prever y que han contribuido a que la guerra resulte, para ambos lados, en un rotundo fracaso.

 

Mideast Israel PalestiniansEl discurso oficial de Israel para justificar la Operación Margen Protector fue la de debilitar, incluso destruir a Hamás, con el fin de proteger a la ciudadanía israelí del diluvio de misiles a la cual ya estaban acostumbrados en poblaciones cercanas a la Franja de Gaza. Bajo la óptica de la defensa de la nación y el Estado, suena perfectamente lógico.

 

El balance de esta guerra ha sido el siguiente: 1,867 muertos (de los cuales 427 son niños) y 9,563 heridos del lado de Palestina, además de medio millón de desplazados, principalmente a causa de unas 5,000 viviendas arrasadas. Del lado de Israel han muerto 64 soldados y 3 civiles.

 

El sistema de inteligencia israelí, considerado uno de los más sofisticados del mundo, resultó insuficiente al descubrirse que los túneles construidos en Gaza son mucho más avanzados de lo que se creía. Se demostró, además, que Hamás cuenta con misiles antitanques de la era soviética y herramientas para capturas y secuestros a gran escala. Las pérdidas humanas del ejército de Israel se deben en gran parte a una falla en los reportes de inteligencia, que subestimaron el sistema de trampas que los esperaban por todo Gaza.

 

Mideast Israel PalestiniansAnte esta situación, Hamás no dejará de ser considerado un grupo terrorista por aquellos cuya opinión tiene mayor peso internacional: Estados Unidos, la Unión Europea, Japón y Canadá. El grupo islamista se enfrentará a un mayor aislamiento político y económico, haciendo la vida aún más difícil para la población civil en la Franja de Gaza.

 

Israel ha resultado el indiscutible vencedor de esta guerra en el plano militar. Su ejército es prácticamente invencible si se compara en contra de la fuerza militar con la que cuenta Hamás. Resulta preocupante, sin embargo, que por incontables que sean las victorias militares que acumule el Estado de Israel, se infiere que la población de Gaza tendrá, de manera colectiva, un mayor resentimiento a sus vecinos después de ver su ciudad reducida a escombros. En este orden de ideas, es probable que Hamás (o la siguiente organización política de corte islamista) cuente con mayor aprobación y apoyo popular después del fin de las hostilidades.

 

De manera similar, se han detectado diversos movimientos de extrema derecha en Israel con un apoyo férreo al avance militar. Estos han demostrado ser manifestaciones sociales de extrema derecha que incitan al odio entre judíos y árabes. Dichas expresiones radicales vulneran la cultura democrática del pueblo israelí, sobre todo al no ser limitadas por las autoridades.

 

No solamente Israel y Hamás han deteriorado su imagen a partir de esta guerra. El recién electo gobierno militar de Egipto ha buscado legitimarse ante la comunidad internacional como mediador en este conflicto. Este domingo comenzó un nuevo cese de hostilidades con duración de tres días. Anterior a éste, han fracasado dos treguas similares, la última por una negativa de Hamás de cesar las hostilidades con misiles hacia Israel. El gobierno de Egipto ha fracasado como un mediador efectivo entre Israel y Palestina.

 

Ha resultado igualmente vergonzosa la manera en la que la mayor parte de la comunidad internacional ha decidido voltear hacia otro lado e ignorar la catástrofe humanitaria que ha resultado de esta guerra. Es importante que tanto las potencias tradicionales, como la Unión Europea y Estados Unidos, como las potencias emergentes, como México o Sudáfrica, emitan declaraciones, sentencias y sanciones para ambos bandos cuando se viole el derecho internacional y así evitar mayores masacres en el futuro.

 

Ante esta serie de acontecimientos, no puedo más que llegar a la conclusión de que la guerra entre Hamás e Israel ha resultado inequívocamente absurda. La pérdida de vidas humanas, materiales y económicas conduce a una profundísima cicatriz para las poblaciones afectadas en ambos bandos. Este tipo de conflictos llevan a que la población y la política se radicalice, haciendo cada vez más difícil vislumbrar la paz en un futuro cercano.

 

Mario Vargas Llosa escribió una editorial en el diario El País el pasado domingo en la que anotó de manera acertada “La solución del conflicto Israel-Palestina no vendrá de acciones militares, sino de una negociación política”. Tengo la certeza de que el período en que estos pueblos conozcan la paz, vendrá cuando se abandone cualquier vestigio del profundo orgullo que los ciega y sean capaces de ceder ante la opción diplomática y los canales de cooperación comercial, económica y cultural que los conduzca al desarrollo mutuo.