Con el Tuca, como con los grandes directores técnicos de Europa, suele plantearse un debate: si es triunfador porque siempre dispone de los mejores proyectos deportivos o, bien, si se le confían esos grandes planteles precisamente porque su historial garantiza una mayor proclividad a ganar tan seguido.

 

Sin dudarlo, creo en la segunda de esas hipótesis: por los trofeos levantados sobre todo en tiempos recientes, sí, pero mucho antes por su regularidad, por su visión, por su liderazgo, por su capacidad formadora que le han colocado en el máximo pedestal histórico de nuestra liga.

 

Caso único a nivel mundial, Ricardo Ferretti no sólo ha tenido trabajo de manera ininterrumpida desde su retiro como jugador más de un cuarto de siglo atrás, sino que ha desafiado ese viejo tópico de su profesión que recomienda al entrenador vivir con el equipaje preparado. Lejísimos de eso, va por las canchas con las riendas de su destino tan sujetadas como suele tener bajo control las de los equipos que dirige.

 

A menudo disruptivo y estrafalario, a veces confrontativo y explosivo, casi siempre una especie de voz de la conciencia detrás de nuestro futbol, ese discurso de sensatez ha llegado a pintarse de caricatura: quizá ya no actuar acorde a lo que piensa, sino a lo que se espera de ese personaje tan consumado que ha (o incidentalmente se ha) creado.

 

Más allá de eso y de puntuales salidas de tono, nadie puede rebatir que Ferretti ha cambiado la historia del club Tigres, como difícilmente otro de sus colegas haya podido hacer en otra institución. Cuatro de las últimas cinco finales disputadas y tres de ellas conquistadas, hablan de los millones invertidos, aunque más del líder que con tanto acierto los ha gestionado. Una hegemonía entre las mejores que se hayan observado jamás en nuestro torneo.

 

Eso no evita el debate sobre si un joven director técnico lo haría igual o mejor con semejante trabuco, pero concedamos que, más allá de si gustan o no los planteamientos del Tuca, si continúa ahí es, primero, porque se lo ha ganado, y segundo, porque no ha dado razón alguna para que se le cambie.

 

En los últimos años, Monterrey desembolsó cantidades similares a las de Tigres. Por alguna distracción en el momento cumbre, por meras circunstancias de este deporte, por finales malditas, por lo que sea, pero Rayados no termina por encontrar el secreto que tiene habituados a sus vecinos a festejar.

 

¿Ese secreto es el Tuca? Sería un simplismo limitarlo todo a él, como cuando las cosas no funcionan tampoco puede atribuirse el desastre al mero papel del DT. En todo caso, parte medular del secreto radica en él.

 

Continuará el debate: ¿qué sería de Ferretti al frente de un cuadro humilde y de los Tigres guiados por un estratega menos experimentado? En lo que la especulación se prolonga, Ferretti seguirá en lo suyo: llenando de copas esa vitrina y convirtiendo sus conferencias de prensa, sus salidas al campo, sus pasos lejos del estadio, en performance.

 

Para eso, y para dirigir, nadie como el entrañable y genial Tuca.

 

 

Twitter/albertolati