Ocurrió en el funeral de María Angélica Miner de la Concha, esposa del senador Emilio Gamboa Patrón, el 8 de agosto pasado.

 

Ese día, buena parte de la clase política se hizo presente en Gayosso de Santa Fe para ofrecer sus condolencias al coordinador de los legisladores priistas en el Senado.

 

Carlos Salinas de Gortari, Diego Fernández de Cevallos, Manlio Fabio Beltrones, Francisco Labastida y Arturo Escobar fueron algunos de los primeros amigos del yucateco en hacerse presentes. Era alrededor del mediodía.

 

El Presidente de la República, según se avisó desde el Estado Mayor, llegaría a la funeraria hacia las cuatro de la tarde. Y efectivamente así fue.

 

Al arribo de Enrique Peña Nieto, las miradas de los asistentes se fijaron en el mandatario y aquéllos –además de Angélica Rivera– que le acompañaban a su arribo: el secretario de Hacienda, Luis Videgaray; el titular de Educación, Aurelio Nuño; y el subsecretario de Gobernación, Luis Miranda.

 

Se acomodaron para la guardia de honor.

 

De un lado, Gamboa y sus hijos: Paulina, Emilio y Pablo, y algo más atrás Pedro Joaquín Coldwell y José Narro Robles.

 

Del otro lado, Peña Nieto y su esposa; atrasito del Presidente, Videgaray, la procuradora Arely Gómez y Nuño; y más atrás, Miranda y Gerardo Ruiz Esparza, secretario de Comunicaciones.

 

Terminó la guardia ante el féretro, y conversaba ya Peña Nieto con Gamboa, cuando llegó Miguel Ángel Osorio Chong. El encargado de la política interior miró en torno y al instante se dio cuenta de que había errado el momento. Había llegado tarde.

 

El hidalguense aguardó a unos pasos del Presidente, a la espera de poderse acercar. Peña le miró, le dio entrada, lo saludó. Y fue todo. No tardó el mexiquense en despedirse y retirarse junto con aquéllos con quienes había llegado: Videgaray, Nuño y Miranda.

 

Osorio se quedó solo. Cruzó algunas palabras con los familiares de Gamboa y se retiró lo más pronto que pudo.

 

Es cierto que llegó tarde. Pero también fue muy claro el descolón del Presidente y sus tres mosqueteros. Y algo más: todo ello ocurría ante destacados miembros de la clase política, de aquéllos que no pierden detalle y suelen leer entrelíneas.

 

¿Un descuido de las formas por parte de Peña Nieto?, preguntamos a algunos de los testigos de la escena. La respuesta fue negativa.

 

Lo sucedido en el funeral, más lo que se ha venido acumulando en contra del secretario de Gobernación desde las elecciones del 5 de junio pasado –los ataques de la iniciativa privada por su actitud ante la CNTE, el aumento de la violencia, Tanhuato–, lleva a pensar que la relación de Peña con Osorio está en un mal momento.

 

Tan malo como para que el propio Presidente de la República se dé el lujo de exhibir a su secretario de Gobernación.

 

La pregunta es: ¿por qué mejor no le pide Peña la renuncia? o, bien, ¿por qué el propio Osorio Chong no ha renunciado?

 

Gemas: el primer puente del período escolar que acaba de iniciar será el viernes 16 de septiembre. Entretanto, esta columna se toma unos días y regresa el próximo lunes.