Ayer iniciaron las campañas en Veracruz, y las condiciones no podrían ser peores.

 

 

Están en juego las 212 alcaldías (presidentes, regidores y síndicos) con mil 54 cargos de elección popular en competencia.

 

 

La ley indica que desde el 2 de mayo y hasta el 4 de junio se suspenderá la difusión en los medios de comunicación de propaganda gubernamental; las únicas excepciones serán las campañas de información de las autoridades electorales, las relativas a servicios educativos y de salud o las necesarias para la protección civil en casos de emergencia.

 

 

¿Pero qué podemos esperar de los nuevos presidentes municipales, que entrarán en funciones el 1 de enero de 2018 y qué podemos esperar del comportamiento del electorado?

 

 

Primero debemos subrayar que la situación de la entidad es catastrófica, desde el punto de vista económico, político y moral.

 

 

Están quebrados: muchas empresas y personas físicas viven sus peores momentos, después que la administración pasada no les liquidó miles de facturas. La quiebra es el común denominador de muchas sociedades y familias con actividad empresarial.

 

 

Nadie cree en nadie: las negociaciones difícilmente se logran, y los acuerdos se rompen; la clase política, los partidos y los líderes viven su peor momento y la sociedad nunca antes estuvo tan alejada de sus autoridades.

 

 

De capa caída: los veracruzanos están tristes, apaleados, desesperanzados y avergonzados, después de que su ex gobernador se disputa el penoso título del más corrupto de la historia. Por si fuera poco, su envalentonado flamante gobernador, Miguel Ángel Yunes, sigue en campaña: ahora a grito pelado con Andrés Manuel López Obrador. Por si todo lo anterior fuera poco, apenas saldrán de esta contienda, y vendrá la elección federal, donde elegirán senadores, diputados y Presidente de la República. ¡Y aunque usted no lo crea, a un nuevo gobernador!

 

 

La minigubernatura de Yunes pronostica que servirá para cumplir su principal promesa de campaña: acabar con Duarte. Y si bien se lanzará un mensaje de combate a la corrupción, el estado necesita orden, atracción de inversiones, generación de empleos, combate a la inseguridad, revolucionar el campo y una gran reforma administrativa. Insistimos, difícilmente se logrará en unos cuantos meses; cuando termine de conocer el despacho, el gobernador tendrá que despedirse.

 

 

Los electores ya no confían en nadie. No hay partido o persona que se pueda presentar como la “honestidad encarnada”. La desconfianza será el común denominador de los comicios del domingo 4 de junio.

 

 

Y, claro, los pocos votantes que salgan a sufragar irán con la furia de calificar a los impresentables que pusieron al hermoso Veracruz en las portadas de todos los diarios del mundo y telediario del planeta.

 

 

Las expresiones de castigo estarán en decenas de miles de boletas, porque se maquinó en los gobiernos de Fidel Herrera y Javier Duarte cómo exprimir al máximo las chequeras gubernamentales. Y, claro, la complicidad y la maldita impunidad son el chile piquín en la herida de los veracruzanos.

 

 

En fin, más allá del resultado en el Estado de México, Nayarit y Coahuila, será fundamental analizar lo que pasará en el devastado Veracruz.