Saint Denis no será jamás el corazón de París. Tan lejos de Torre Eiffel y Arco del Triunfo, tan distinto a Campos Elíseos y Jardines de Tullerías, su rol histórico resulta diferente.

 

Eso sí, Saint Denis puede denominarse desde 1998 corazón del deporte francés…, y hablamos del lugar que dio nacimiento a los Olímpicos modernos, a la FIFA y su Mundial, a la mayor carrera del ciclismo de ruta, a Eurocopa y la Champions.

 

Puede hacerlo porque en en ese Stade de France, en esa nave espacial aterrizada en los suburbios parisinos, en ese marginal banlieue, se consagró la Francia que ya no podía ocultarse o posponerse más: la multicultural y multicontinental, la de todos los colores y sonidos, la tolerante y abierta, la orgullosa por ser tan fuerte en su diversidad.

 

En Saint Denis mismo se vivirían después otros episodios que apuntaron en sentido inverso. En 2001, la invasión de cancha durante el Francia-Argelia organizado para conmemorar los 40 años de la independencia argelina; partido en el que el himno francés fue abucheado y en el que Lilian Thuram, ese intelectual con pantalón corto, gritaba a los invasores: “¡Estás dañando a la causa de los guetos! ¡Estás dando pretextos a los racistas y a los que no nos quieren!”.

 

Por lo acontecido en 2001, nadie pudo sorprenderse con los disturbios desatados cuatro años después en el mismo banlieue: los descendientes de inmigrantes se revelaban por no tener las mismas oportunidades, por sentirse ajenos a desarrollo y bienestar, por pensar que esa multiculturalidad sólo era valorada en el deporte.

 

Por ello también, en los atentados de noviembre de 2015, hubo algo simbólico en el ataque que pretendía ser en el interior del Stade de France. A diferencia de lo acontecido en restaurantes y, sobre todo, de la tragedia de Bataclan, las bombas detonaron afuera del estadio, pero el aviso era claro: polos opuestos que terminan por atraerse y parecerse, tanto los extremistas islámicos como los ultraderechistas franceses, desdeñan esa integración, ese crisol.

 

Este fin de semana, Francia vuelve a decidir. Por un lado, Emmanuel Macron, liberal, abierto, europeísta, consciente de que su país ya no será sin ese mosaico tan bellamente reflejado en el futbol. Por otro, Marine Le Pen, incisiva en ideas de cerrazón, paranoia, fobia y rechazo a todo quien parezca diferente. Zinedine Zidane clamó en las elecciones de 2002 contra el padre de Marine, Jean-Marie Le Pen (“Hay que pensar en las consecuencias que puede tener votar a un partido que no corresponde para nada con los valores de Francia. Esto puede tener consecuencias muy graves”) y volvió a hacerlo ahora. La candidata respondió encasillándolo en su discurso anti elites y anti sistema: “Supongo que Zidane tiene bastante capital financiero, por eso le interesa que gane Macron”.

 

Thuram también ha arremetido: “cuando se pretende hacer legítimo decir que hay jerarquías entre la gente de Francia, decir que los extranjeros no tienen los mismos derechos que los franceses, es extremadamente peligroso”. Lo mismo una carta este jueves, pidiendo el apoyo para Macron y firmada por decenas de deportistas franceses, como el futbolista Blaise Mautuidi, el multimedallista olímpico en natación Yanick Agnel y el ex seleccionador nacional de rugby, Philippe Saint-Andre, así como los presidentes de Comité Olímpico, liga de futbol y Tour de Francia.

 

A diferencia del deporte estadounidense, dividido entre Trump y Clinton en las pasadas elecciones, ya por grupo étnico, ya por deporte o región, en Francia el deporte está contra Marine.

 

Nada de que sorprendernos si recordamos ese rol de Saint Denis; tan lejos del Palacio del Eliseo en ubicación y glamour, su Stade de France funge desde 1998 como pila bautismal de esa Francia abierta, variada, tolerante: cuando el equipe bleu, blanc et rouge (“equipo azul, blanco y rojo”), mudó a black, blanc et beur: “negro” en inglés, “blanco” en francés y “beur”, forma de llamar a los inmigrantes norteafricanos.

 

Twitter/albertolati

 

aarl

Las opiniones expresadas por los columnistas son independientes y no reflejan necesariamente el punto de vista de 24 HORAS.