Se murió mi amigo el potro. Atlante descendió, no oficialmente, pero la verdad es que para permanecer necesita algo más que una hazaña; nada más que Puebla pierda los dos partidos que le restan (contra Pachuca y Morelia) y a cambio, ganar a Xolos y Jaguares por una diferencia acumulada de 28 goles para que sean los camoteros y no los azugrana los descendidos.

 

Por eso el lamento de los atlantistas, en especial del técnico de la Selección Nacional, Miguel Herrera, quien en las redes sociales lloró la partida de su amor azulgrana: “Tristeza porque desciende un gran equipo. Atlante por siempre y seguro regresas, porque ésa es tu historia y es la de un grande: aguante”, publicó el Piojo en su cuenta de Twiter junto a una imagen que dice: “Cabrón, qué bonito es ser atlantista”, y en la que destaca un escudo de los Potros.

 

Dolor de azulgrana que apenas disimula que fue Herrera comenzó el camino de la debacle del equipo de sus amores. El primero de los torneos que cuentan para el descenso hoy consumado fue de la mano del Piojo, con una productividad de apenas el 40%. Y después los abandonó llevándose a tres pilares del club: Christian Bermúdez, Oswaldo Martínez y Moisés Muñoz.

 

Los dirigentes del equipo, ya sin el respaldo de Alejandro Burillo, no lograron mantenerlo a flote y vendieron a los jugadores que descollaban, como una vía de salvación, aunque a la larga fuera garantía de lo que ahora pasó.

 

Fue el comienzo de la desgracia atlantista. Después de la sangría ya no se pudo levantar. Trote a trote, un desfile de técnicos y raquíticos planteles lo destruían. Un tobogán que siguió con Mario Alberto García que lo hizo un poco peor que Herrera: apenas pudo ganar cuatro partidos a cambio de caer en nueve y empatar en cuatro en el Clausura 2012. Y ni hablar del hoy flamante pastor chiva Ricardo Antonio La Volpe, que durante el Apertura 2012 y parte del Clausura 2013 perdió 10 encuentros, empató cinco y ganó seis.

 

Peor fue la situación con Daniel Guzmán, quien perdió nueve juegos, empató uno y ganó tres, en 13 partidos con los Potros, unos Potros que tocaron fondo con Wilson Graniolatti, quien los reventó con seis descalabros y tres empates en nueve juegos del Apertura 2013; y dejó el terreno fangoso para que Rubén Israel completara el trabajo con seis descalabros, un empate  y cuatro triunfos.

 

Por eso el trabajo de Pablo Marini, en el Clausura 2014, fue inútil. Siete derrotas y cinco triunfos, más tres empates hoy no sirve de nada, y ojo, que con los 18 puntos que tiene Atlante, aún tendría posibilidades de meterse a una improbable Liguilla, por su carácter de prácticamente descendido.

 

Por eso las lágrimas de los elementos atlantistas el domingo por la tarde en la cancha de Santos donde cayeron 4-3. Por eso la frustración de una de las aficiones más tradicionales del futbol mexicano. Atlante descenderá por cuarta ocasión en su historia, tercera efectiva (1975-76, 1990 y ahora 2014), porque en la campaña 2001, gracias a una promoción que le ganó al Veracruz se salvó de la quema. Se murió mi amigo el Potro, diría el Piojo, y, a menos que aparezca algún raro manejo directivo, en lo deportivo, nadie lo puede salvar.