Justo cuando las autoridades, tanto de México como de Estados Unidos, buscan definir, con base en pruebas de ADN y otras periciales, si está muerto o si vive Juan José Esparragoza El Azul, uno de los líderes históricos del Cártel del Pacífico, cobra fuerza y se confirma la condición sui generis de este capo del narcotráfico mexicano que lleva décadas de operar en las sombras y que, por alguna razón, es muy probable que por la corrupción y la protección de que ha gozado desde diversas instancias del Estado mexicano haya logrado evadir una y otra vez a la justicia.

 

 

Iniciado en el mundo del narcotráfico muy joven, a la edad de 17 años, Juan José Esparragoza fue púpilo de Emilio Quintero Payán, padre de Rafael Caro Quintero, de quien se dice aprendió el oficio de gatillero. Luego trabajaría como pistolero de un narcotraficante de Sinaloa, Pedro Avilés, que sin figurar mucho en la historia, fue uno de los fundadores del Cártel que después liderarían Miguel Ángel Félix Gallardo, Rafael Caro Quintero y Ernesto Fonseca Carrillo junto con el mismo Esparragoza.

 
En sus inicios, luego de ascender en el mundo de las drogas, de pistolero se convirtió en distribuidor de mariguana. Junto con Caro Quintero y Don Neto impulsó los primeros sembradíos masivos de mariguana en estados como Zacatecas y Chihuahua, aunque después se separó de los dos capos que eran sus paisanos y compadres porque inició con el tráfico de otro popular estupefaciente en los años 70: las pastillas sicotrópicas que comenzó a distribuir hacia Estados Unidos desde Guadalajara, la ciudad donde se asentó con su familia.

 
A pesar de contar con varias investigaciones judiciales y de algunas detenciones que libró rápidamente, fue siempre un hábil operador y, a diferencia de sus compadres y paisanos sinaloenses, se distinguió siempre por su línea conciliadora y en contra de la violencia. Eso le permitió pasar casi desapercibido por más de una década a pesar de ser una de las figuras centrales del Cártel del Pacífico desde los años 80. Sobrevivió a la detención de Rafael Caro Quintero y Don Neto y mantuvo su liderazgo en la organización a pesar del surgimiento de otros capos como Ismael El Mayo Zambada o Joaquín Guzmán Loera.

 
Su nombre apareció por primera vez entre los capos importantes en un reporte del Centro de Inteligencia de la PGR que en 1983 lo identificó como uno de los líderes del tráfico de drogas en el norte de México. Ese mismo año fue detenido en Mexicali y acusado de tráfico de estupefacientes. Se dice que cuando lo capturaron tenía con él siete millones de pesos que ofreció a sus captores a cambio de su liberación; tres meses después de permanecer recluido en el Penal de Mexicali salió libre “por falta de pruebas” en su contra.

 
Para 1986, el Departamento de Estado de Estados Unidos lo incluyó en una lista de los 50 narcotraficantes más peligrosos del mundo. Entonces ya lo ubicaban como un importante distribuidor de cocaína a territorio estadunidense con la organización de Miguel Ángel Félix Gallardo. El 12 de marzo de aquel año, apenas unos días después que se difundió esa lista, Juan José Esparragoza Moreno fue detenido en una lujosa residencia de la calle de Fuego, en la colonia Jardines del Pedregal del Distrito Federal. Le aseguraron inmuebles en Jalisco y Querétaro, así como cuentas bancarias en el banco Comermex con millones de pesos.

 
Pero fue entonces cuando dio una muestra de su capacidad operativa y de corrupción. A pesar de todas las evidencias en su contra, el Juez Décimo de Distrito en materia penal del DF lo sentenció a sólo siete años y dos meses de prisión por delitos contra la salud. La PGR se inconformó y apeló la sentencia pero extrañamente el Primer Tribunal Unitario no sólo confirmo la sentencia sino que atenuó los cargos en su contra y en el expediente sólo se consignó que había “facilitado la comisión de delitos contra la salud” al haberle proporcionado una dosis de droga a uno de sus guardias.

 
En esa ocasión, dos magistrados del Tribunal Unitario fueron sobornados por El Azul para que ratificaran la sentencia y atenuaran los cargos; hubo una negociación en la que, a través del dinero pagado a los funcionarios judiciales, el capo que ya figuraba entre los más buscados por la DEA y el FBI fue enviado al Reclusorio Sur del DF, donde permaneció seis años preso para luego ser enviado el último año a Almoloya de Juárez y salir libre en 1993.

 
A partir de ahí nunca volvió a ser capturado y casi podría decirse que ni siquiera molestado. Vivió y operó en varias ciudades del país como Cuernavaca, donde su presencia era conocida por todo mundo y controlaba a alcaldes y gobernadores como Sergio Estrada Cajigal, que fue novio de su hija Nadia Patricia Esparragoza, y Cancún, donde estableció vínculos con el gobernador Mario Villanueva, o Tamaulipas, Querétaro y Ciudad Juárez, aunque su familia siempre radicó en Guadalajara.

 
El pasado 8 de junio, el semanario de Culiacán RioDoce reveló que Juan José Esparragoza Moreno El Azul habría muerto víctima de un infarto mientras se recuperaba de un accidente automovilístico en Culiacán. El misterio rodeó a su presunta muerte como ha rodeado a su actividad encubierta y protegida como capo del narcotráfico. La PGR, que en principio dijo no saber nada al respecto, después confirmó que junto con la DEA realiza pruebas de ADN y de laboratorio para determinar si el cuerpo realmente corresponde al misterioso capo de 65 años. En cuestión de días se sabrá el resultado de esas pruebas, por lo pronto la leyenda de El Azul sigue viva como la del capo intocable y protegido por las instituciones.