Los resultados de las elecciones del 25N en Cataluña nos dan una imagen caleidoscópica. Los cristales del cilindro como los votos, son los que son, así como las opciones políticas repartidas en los curules del hemiciclo. Aunque según como volteemos el caleidoscopio nos da una nueva imagen, siempre sorprendente. Dado el carácter plebiscitario de la convocatoria de elecciones, era de esperar un resultado complejo. El partido en el gobierno (CiU) y su líder Artur Mas, plantearon la convocatoria con el propósito de obtener una mayoría absoluta parlamentaria inequívocamente a favor de iniciar un proceso de referéndum de autodeterminación de Cataluña.

 

Como leer los resultados. Primero, casi el 70% de participación, la mayor desde 1980, nos indica la voluntad de decidir de los ciudadanos. Fuera de toda discusión se sabe claramente que defiende cada formación, aunque los resultados agregados a favor de la autodeterminación no hayan cambiado desde la anterior legislatura se han repartido de un modo distinto. Segundo, hay una mayoría soberanista partidaria de la convocatoria del referéndum, con un 57,73% de los votos y 87 curules de 135. Así 64,44% de los votos son claramente partidarios de una opción soberanista para Cataluña y de su independencia de España.

 

Tercero, el partido de gobierno convocante (CiU) y su líder Artur Mas, no consigue atraer el voto útil para tener la mayoría absoluta (68 curules) y con 50 no se le ha reconocido la capacidad de liderazgo para emprender en solitario el difícil proceso del referéndum. Cuarto, los votos que representan las dos opciones conservadoras (separatista y españolista) son el 43,67%, con 69 curules suficientes para formar un gobierno de coalición coherente en cuanto a políticas económicas, pero ello supone la renuncia del partido mayoritario a la principal promesa electoral del convocar el referéndum.

 

Quinto, las fuerzas que están a favor de un cambio en la política económica de ajuste e incluso del mismo modelo económico representan el 49,15% de los votos, en una amalgama de cinco formaciones políticas (dos españolistas y tres separatistas) con una suma de 66 curules insuficientes para gobernar, si las matemáticas electorales fuesen suficientes para resolver la ecuación, que tampoco lo serían dado el radicalismo de algunas formaciones. Sexto, se podría pensar en un gobierno de centro izquierda entre el partido nacionalista ganador y el partido socialista (45,11% de votos y 70 curules), pero igualmente el partido ganador nacionalista debe renunciar al punto principal de su programa.

 

Séptimo, una solución de un gobierno de concentración de los partidos que han tenido que gobernar con la crisis (en España y Cataluña) con un 58,1% de los votos y 89 curules, es una solución extrema, aunque viable si la economía está en el borde del precipicio y si antes entre ellos se lamen las heridas de la campaña electoral y del juego sucio. Octavo, lo que esperaban un 44,36% votantes que votaron a los dos partidos nacionalistas catalanes, con mayoría para formar gobierno (71 curules) pero con una mayoría discutible para el proceso de referéndum, es que ambos debían liderar conjuntamente tal proceso. La dificultad está en que el partido ERC de izquierda y republicano, no desea desgastarse en la coalición con un gobierno conservador nacionalista y prefiere la imposible ecuación de que gobierne el otro y apuntarse en el momento más triunfal.

 

 

Fórmese el gobierno que se forme, el resultado electoral no podía ser mejor. Cualquier propuesta del gobierno de CiU que sea mínimamente aceptable en el proceso soberanista, no podrá ser rechazada por el independentismo (ERC), con el riesgo si lo hace, de perder el apoyo de parte de su electorado como ya le ocurrió en su anterior coalición con el partido socialista. El gobierno de Madrid, deberá dar su apoyo financiero al gobierno de la Generalitat si no quiere que la fragilidad parlamentaria acabe en un fracaso de gobernanza económica que no va a beneficiar en el futuro al Partido Popular en Cataluña y perjudicaría la economía española en su conjunto.

 

Además el gobierno de Madrid deberá quitar presión, para rebajar las pretensiones separatistas y buscar una solución de ganar-ganar a largo plazo aceptable por ambas partes. En este contexto CiU no puede cambiar su agenda de referéndum que siempre se planteó a medio plazo. A corto plazo toca gobernar. Obviamente el resultado es bueno si se da en un contexto de sensatez y los partidarios del referéndum aceptan que “si se puede”, aunque por el momento no se pudo. Tanto si se emprende un proceso de alocada velocidad desde Cataluña, como de obstrucción desde Madrid, lo más fácil es descarrilar.

 

*Director de la revista Foreign Affairs en español