Estoy sentado en un café en el Barrio del Raval, en el Centro Histórico de Barcelona. La ciudad Condal sigue tan hermosa como siempre. Y aquí estoy, en el Raval, que colinda con el mercado de la Boquería, que tantas veces paseé de niño con mi padre. Sin embargo, parece que estoy en otra Barcelona.

 

Escucho hablar en árabe, urdu, dari, pashtun… y catalán. De los 50 mil vecinos de este barrio popular y depauperado, 70% son inmigrantes musulmanes. El desempleo es alto, y hay un caldo de cultivo para la captación de yihadistas.

 

Pep Garcia es el presidente de la Asociación de los Vecinos del Raval. Debe rondar los 70 años. Parece un tipo simpático, al que se le ve un viejo lobo de mar, que cuando uno va, él ha vuelto varias veces. Desde hace más de 30 años, es la voz de un barrio tan vivo como conflictivo.

 

Con su mirada penetrante y sus bolsas añejadas, me dice que muchos de los que allí viven, lo hacen en la clandestinidad; que en un apartamento pueden llegar a malvivir 50 personas y que, muchos de los vecinos que habitan en el Raval, dedican su tiempo a pasar el tiempo, porque no tienen nada que hacer por el desempleo que existe.

 

Con todo lo que me cuenta Pep, entiendo por qué el Raval es el principal foco del yihadismo en España. De hecho, la policía y la guardia civil han realizado las operaciones y detenciones más importantes contra los terroristas yihadistas en este barrio.

 

Entre otras abortaron un atentado en ciernes, que iban a perpetrar un grupo de paquistaníes con bombas dentro de un Metro de Barcelona.

 

Claro que no es el único lugar de Cataluña donde el germen del yihadismo comienza a dar sus frutos.
Tarragona, algunos puntos de Gerona, Santa Coloma y Lérida son algunas de las ciudades donde el yihadismo ha penetrado con profusión.

 

De hecho, todo el Levante español es un foco aglutinador del yihadismo. ¿Por qué? Porque es la zona más rica de España y, por lo tanto, donde es más fácil conseguir un puesto de trabajo. Además, su cercanía con los países del norte de África facilita la entrada de muchos musulmanes.

 

Y algo más. Todas las conexiones del yihadismo, tanto en puntos de España como de otros países europeos, tienen algún enlace con Barcelona.

 

Y yo estoy sentado aquí, tomando un café, en pleno centro del Raval. Veo mujeres con velo, jóvenes sin porvenir y hombres que hablan sólo entre ellos, sin decirse nada y diciéndose todo a la vez.

 

Aun así, en el Raval se percibe un ambiente tranquilo, agradable. Cada uno va a lo que va. Nadie se mete con nadie. Lo que quieren en el fondo y la forma es vivir en paz.

 

Están hartos de que se les estigmatice y que sean objeto de marginación por un puñado de descerebrados. Exigen equidad; que sean iguales al resto y no sólo que parezca.

 

Lo malo es que las operaciones policiales en el Raval han sido cuantiosas y sonadas. Algo habrá de cierto en la controversia del Raval.