Antes de que termine el GP de Abu Dabi y con él, la temporada 2017 de Fórmula 1, se estarán definiendo muchas de las nuevas reglas de juego que podrían comenzar a regir a partir del 2021.

 

Como los nuevos dueños quieren tener una F1 más contenida en gastos, menos complicada en tecnología y más atractiva hacia adentro y afuera de las tribunas, las propuestas, o al menos ideas, han sido agresivas.

 

Para muchos del ala conservadora, me imagino que aquí todos encajaríamos a Niki Lauda y su reciente rechazo a Liberty, está proponiendo una blasfemia al pedir que se establezcan reglamentos de motores con una misma especificación para todos.

 

No es lo ideal, pero es lo correcto. La definición del Grupo Liberty, nuevos dueños de la F1, es bastante simplificadora y por ello no les ha interesado meterse al pantano de las normas técnicas y el concepto esencial de la F1.

 

Ese concepto de cada quien sus propias tecnologías, sin compartir en lo primordial, podría comenzar a desaparecer o al menos a diluirse temporalmente.

 

Y creo que sería de esa manera por dos razones: Chase Carey aseguró que las reglas de 2021 tendrán que atraer a nuevos equipos y fabricantes, y segundo que la transferencia de tecnología a la industria está dejando de ser una ventaja competitiva.

 

Si se mantienen las cosas como hasta ahora, los equipos importantes tendrán cada vez que gastar más para llegar a la misma tecnología que pueden tener en otras series, y si se cambia el concepto a un standard menos agresivo, nuevos jugadores podrían interesarse en invertir para al menos, llegar a algo.

 

La tecnología híbrida en los propulsores de la industria automotriz seguirá funcionando en el mundo al menos por unos 20 o 30 años de acuerdo a especialistas, pero en el caso de la Fórmula 1 ya vamos un poco tarde.

 

Lo eléctrico viene jugando cada vez mayor número de fichas y lo están haciendo con gran tino, tanto que se han asociado ya con los principales fabricantes de autos alemanes. A la F1 ¿Qué le queda?

 

No queda mucho más que sacrificar en donde no hay costo financiero, es decir un concepto antiguo, y tratar de apuntalar la base del espectáculo que son los autos y los equipos que los ponen en la pista.

 

Si se va a diluir ese concepto de partes individualizadas que ha regido hasta ahora, esperemos que en la pista los cambios también ayuden a favorecer lo que le gusta al aficionado: duelos rueda a rueda, una F1 cargada de dramatismo y que se separe entonces de los finales predecibles.