No hay una relación directa entre lo que ocurre en el mercado cambiario y las consecuencias de los sismos de este mes de septiembre.

 

De hecho, durante los minutos posteriores al terremoto del 19 de septiembre pasado, el peso perdió algunos centavos frente al dólar, pero rápidamente regresó a los niveles previos cuando se hizo una evaluación financiera de los daños y se comprobó que no había daños estructurales a la economía nacional.

 

Es evidente que queda la certeza que un cúmulo de tragedias como las que hemos enfrentado durante las últimas semanas sí pasan factura a la economía. Entre algunas presiones inflacionarias y una evidente desaceleración del crecimiento del Producto Interno Bruto. Pero en su conjunto son eventos que no meten al país en la senda de una crisis.

 

Lo que ahora sacude con fuerza a los mercados viene netamente del exterior. Y todo lo que pasa en estos momentos ya había desatado las alertas durante las semanas, los meses y hasta los años previos.

 

No hay sorpresa, pues, en que el peso mexicano pierda de esta manera fortaleza frente al dólar, es producto de lo que ya esperábamos.

 

No es que el peso se debilite frente al dólar; lo que ocurre es que el billete verde se fortalece frente al resto de las monedas del mundo. Y me explico, no hay un factor interno, local, mexicano, que justifique la depreciación.

 

Durante este año una de las divisas más debilitadas en los mercados era el dólar de Estados Unidos. Una economía sin inflación, sin crecimiento económico acelerado, sin promesas de campaña cumplidas era ideal para una moneda sin fuerza.

 

Pero en estos pocos días cambió ese panorama. Esta semana se revirtió la certeza de que la Reserva Federal de Estados Unidos sería extremadamente prudente con el incremento en el costo del dinero.

 

Tras un mea culpa, el Banco Central estadounidense dijo que leerá de otra manera los datos de inflación y empleo, y que eso lo llevará a acelerar el aumento en su tasa de interés de referencia. Ésa es una invitación innegable a tener dólares en la mano.

 

Además, ese populista que despacha en la Casa Blanca acaba de proponer un plan fiscal que a pesar de comprometer las finanzas públicas norteamericanas, plantea cobrar bajos impuestos a las empresas de ese país. Esto también es miel para las moscas que compran dólares.

 

Si la economía estadounidense acelera su crecimiento con el incentivo fiscal, no son pocos los que querrán estar ahí para cobrar su parte, y el boleto de entrada es el billete verde.

 

Así como en los episodios anteriores, ahora también se recomienda prudencia en la relación que tengamos con los dólares. Especular con el tipo de cambio es un deporte de alto riesgo.

 

El dólar caro puede marcar una tendencia porque su movimiento responde a cambios más profundos. Más allá, por ejemplo, de los movimientos causados por el triunfo electoral de Trump y su toma de protesta.

 

Ya se veía venir… Los dólares se encarecen, y podrían mantenerse así.

 

caem