VIENA. La búsqueda de un acuerdo que despeje los temores sobre un Irán con armas atómicas se ha convertido en una trama de suspense con múltiples reuniones, seis ministros de Exteriores involucrados y apenas 24 horas para llegar a un acuerdo.

 

Las seis grandes potencias mundiales e Irán han estado trabajando todo el día para tener listo mañana algún tipo de documento, aunque sea de mínimos y sujeto a más negociaciones.

 

Así el Grupo 5+1 -China, EU, Francia, Reino Unido y Rusia, más Alemania- e Irán quieren evitar el fracaso de una negociación que ya dura doce meses y que, pese a las diferencias que aún existen, ha creado una posibilidad real de acuerdo.

 

“Debemos continuar con el trabajo. Estamos trabajando al máximo para encontrar un acuerdo, uno que sea positivo y permita trabajar por la paz. Aún hay diferencias”, declaró a los medios Laurent Fabius, ministro de Exteriores de Francia, al reincorporarse ayer a los contactos que arrancaron el martes en Viena.

 

La persistencia de esos dos elementos, que hay diferencias y que hay que seguir trabajando, es la visión que comparten ambas partes.

 

Fuentes de la delegación iraní filtraron a la agencia IRNA que los contactos mantenidos hoy con Estados Unidos han sido buenos, pero que “queda mucho trabajo por hacer”.

 

El ministro de Exteriores de Irán, Mohammad Yavad Zarif, y su homólogo estadunidense, John Kerry, se han encontrado dos veces, sumando así seis encuentros en cuatro días entre dos países que no tienen relaciones diplomáticas desde hace 35 años.

 

Pese al maratón de reuniones y la presencia ya en Viena de todos los ministros de los países implicados, menos el de China, que se espera llegue hoy, las posibilidades de firmar mañana un acuerdo definitivo son limitadas.

 

La creciente posibilidad de que se acuerde otra extensión de las negociaciones o, incluso, de que se firme un simple acuerdo marco que tarde meses en poder aplicarse, podría ser un triunfo para los sectores más duros, tanto en Washington como en Teherán, que han criticado desde el principio que se dialogue con un país “enemigo”.

 

Lo que intenta el G5+1 es equilibrar que Irán tenga un programa nuclear con fines científicos y energéticos con la garantía de que no tenga la capacidad de fabricar la bomba en un plazo mínimo de un año.

 

Para controlar ese punto de “ruptura” -el tiempo que necesita Irán para hacerse con un arsenal nuclear-, las grandes potencias quieren limitar la cantidad y la pureza del uranio enriquecido que se le permite fabricar a Teherán.

 

El debate sobre el combustible nuclear, de uso tanto militar como civil, es quizá el más difícil de resolver.

 

Pero son más los puntos conflictivos, como la posible producción de plutonio -otro material con posible uso militar- en la planta de agua pesada en Arak, cuyo cambio de diseño se está discutiendo.

 

Además, persiste el desacuerdo sobre el período que las actividades nucleares de Irán deberían ser sometidas a controles exhaustivos, con EU hablando de décadas e Irán de años.

 

Finalmente, Teherán quiere que el acuerdo incluya el fin inmediato de las sanciones internacionales que ahogan su economía, mientras que la otra parte, sobre todo europeos y estadounidenses, quieren que ese levantamiento sea progresivo y en función de que Irán cumpla lo acordado.

 

Occidente teme que la República Islámica quiera hacerse, bajo el paraguas de un supuesto programa nuclear civil, con los conocimientos y materiales para construir una bomba atómica.

 

Teherán, por su parte, rechaza estas alegaciones, asegurando que solo tiene intenciones pacíficas como la generación de energía eléctrica y las investigaciones médicas.