El 24 de noviembre se cumplieron 25 años de la muerte de Freddie Mercury, líder de la banda Queen y uno de los músicos más influyentes de la segunda mitad del siglo XX.

 

Freddie Mercury nació en 1946, en Zanzíbar, Tanzania, y pasó la mayor parte de su infancia en la India antes de que su familia se mudara a Inglaterra en 1964.

 

Él era abiertamente bisexual, y cuando el VIH comenzó a propagarse entre la comunidad gay de Londres se sabía muy poco o casi nada sobre el tema.

 

 

En aquellos días, el tratamiento era suministrado tardíamente, y menudo resultaba inefectivo.

 

Sus familiares y amigos supieron la verdad cuando el sistema inmune de Freddie ya estaba mostrando señales de colapso, así lo ha relatado Peter Freestone, quien fuera su asistente personal.

 

Durante los últimos meses, tuvo insertado un catéter venoso central porque recibía medicamentos por vía intravenosa tres veces al día.

 

“En lugar de ir al hospital, Joe Fanelli (chef de Freddie Mercury) y yo aprendimos cómo suministrarle las medicinas. Nos convertimos también en sus enfermeros”.

 

Autor de célebres canciones como “Bohemian Rhapsody”, “Somebody to love” y “We are the champions”, es recordado por sus relevantes contribuciones al género del hard rock.

 

 

“Nunca se deprimió por su padecimiento”, señala Freestone.

 

“Para él era un hecho. No tenía sentido perder tiempo tratando de pensar cómo se contagió, dónde o cuándo”.

 

El 22 de noviembre de 1991, dos días antes de su muerte, Mercury tomó la decisión de enviar un comunicado a la prensa. Se leían estas palabras: “Espero que todos se unan a mis doctores y a todos los demás en el mundo que luchan contra esta terrible enfermedad”.

 

Su asistente de años, cuidó esa noche del cantante. Fue la última vez que conversó con él, una ocasión especial que recuerda porque Mercury le dijo “gracias”.

 

En sus últimos días, el cantante acudió al maquillaje para esconder las secuelas que le dejó la enfermedad.

 

Así lo dejo ver “These Are The Days of Our Lives” y que se convirtió en el último videoclip que grabó el artista.

 

Un tema que formaba parte del álbum ‘Innuendo’, cuyas letras ya apuntaban a una inminente desaparición de la banda y que contenía la premonitoria canción ‘The Show Must Go On’ que, como luego aseguraría su círculo más íntimo, reflejaba el estado de ánimo de los últimos días de Mercury.

 

En su testamento, Mercury grabó una serie de vídeos sobre su enfermedad para que se emitieran tras su muerte y donó más de 30 millones de euros a la lucha contra el Sida.

 

jram