Una de las propuestas del Presidente electo de EU fue cobrar un arancel de 35% . Cuando esto pasó los empresarios de la industria, aunque se asustaron y lo tiraron de a loco, mejor prefirieron guardar silencio sobre esa declaración, aunque dejando en claro que su inversión en el país seguiría ahí por cada auto proveniente de México.

 

Esto es un claro ejemplo de lo que quería Trump, meter miedo a la clase trabajadora con lo único que les asusta más que el coco: el desempleo.

 

Y es que en Detroit, hace unos meses, lo dijo textual: “Las empresas han enviado los empleos a México”, y lo expresó en un lugar en donde duele, pues les recuerdo que en 2013 la Motor City, o sea Detroit, se declaró en bancarrota cuando las armadoras empezaron a cerrar plantas para trasladarlas a mercados de bajo costo, como México.

 

Esto no es algo nuevo, pues desde hace 30 años Ford, General Motors y en ese entonces Chrysler (hoy FCA) programaron y ejecutaron 69 cierres de plantas en Estados Unidos y ahí prácticamente las armadoras duplicaron su operación en México.

 

Eso pasó. Trump dijo que no se saldrían con la suya, que en cuanto un auto producido en México cruzara la frontera lo haría con un impuesto de 35%. Una amenaza para la industria automotriz estadounidense para que mejor produzcan en casa.

 

En pocas palabras: un balazo en el pie.

 

Mientras Trump decía eso, la estrategia de las armadoras está enfocada a una generación llena de millennials que no quieren nada de “lo de antes”, una generación que ya no tiene entre sus prioridades tener un auto pues promueve otro tipo de movilidad. Ahora imagínense que ya que las marcas los convencen, sepan que tendrán que pagar un arancel. Esto, justo esto es lo que hoy debe de preocupar a la industria automotriz, porque si el Commander in chief sigue en lo mismo, se les vendrá la noche, una de esas eternas, de esas que duran cuatro años.

 

@maca_online