Washington, DC.- A sólo dos meses de mandato, el presidente Donald Trump se hunde en un mar de creciente desconfianza y baja popularidad.

 

 

Trump y su equipo ven -con preocupación que tratan de disimular- la consecuencia de la red de mentiras que comenzó con el número de asistentes a la toma de posesión, el “voto ilegal” de tres millones de personas, el “mayor” presupuesto de Defensa o la “reducción de 12 mil millones de dólares de la deuda interna el primer mes de su gestión”, hasta la acusación al ex presidente Barack Obama y al Servicio de Inteligencia Británico por el supuesto espionaje a la Torre Trump, que sostuvo aun después de haber sido desmentido por el FBI y la Agencia Nacional de Seguridad y haberse disculpado ante el Gobierno británico.

 

 

¿La razón…? Tratan a toda costa de desviar la atención de la investigación del FBI, confirmada por James Comey, su director, ante el Comité Selecto de Inteligencia de la Cámara baja, que revela la estrecha relación de múltiples colaboradores del mandatario actual no sólo con el presidente Vladimir Putin, quien -el director del FBI reconoció- quiso ayudar a Donald Trump con multimillonarios rusos.

 

 

La Casa Blanca rechazó que exista falta de credibilidad y criticó a los periodistas por el énfasis en las falsedades del presidente Trump cuando “debían enfocarse más en las filtraciones de información clasificada a los medios de comunicación”, en lo que coinciden legisladores republicanos que sugieren que “debe haber consecuencias para medios que difundan información clasificada”.

 

 

Ahora sabemos que Paul Manafort, ex presidente de la campaña de Trump, trabajó en secreto durante cuatro años con el magnate ruso Oleg Deripaska, en un plan estratégico confidencial que influyó en política, acuerdos comerciales y medios de comunicación de Europa, Estados Unidos y otros países, venciendo la oposición antirrusa y aumentando la popularidad de Vladimir Putin, de acuerdo a documentos obtenidos por la agencia Associated Press y serán parte de la investigación del FBI.

 

 

Mientras la Casa Blanca trata de minimizar la relación de Trump y sus colaboradores con Rusia, los documentos revelan que Manafort trabajó cinco años para Deripaska, aliado de Putin de 2005 a 2009, con un contrato por 10 millones de dólares anuales.

 

 

Sean Spicer, vocero presidencial, calificó de “irrelevantes” las revelaciones sobre Manafort que, dijo, ocurrieron hace 10 años, mientras que otros demócratas como el ex presidente Bill Clinton o John Podesta han dado conferencias en Moscú más recientemente o tenido contacto con funcionarios rusos.

 

 

Devin Nunes, presidente del Comité Selecto de Inteligencia, dijo que varios integrantes del equipo de transición de Trump posiblemente, incluyendo al Presidente electo, fueron monitoreados después de la elección, de manera incidental y legalmente, pero cuestionó la filtración de esa información.

 

 

“Las falsedades del presidente Trump erosionan la confianza pública, dentro y fuera del país”, advierte en su editorial de este miércoles el diario The Wall Street Journal, afirmando que los estadounidenses podrían pronto concluir que “Trump es un Presidente falso”.

 

 

TWSJ destaca la importancia de la credibilidad en el mandatario más poderoso del mundo, como líder global y árbitro justo o internamente para impulsar políticas bipartidistas en el Congreso.

 

 

Sin el sentido común más básico, en lugar de la disculpa al ex presidente Barack Obama, por acusaciones infundadas, la administración Trump -con apoyo de incondicionales en el Congreso- acusa ahora de “filtración de información confidencial” a asesores cercanos de Obama, argumentando que sólo ellos pudieron tener acceso a transcripciones y fechas de llamadas telefónicas de Michael Flynn, destituido como asesor nacional de Seguridad, y otros colaboradores durante sus contactos con rusos.

 

 

Legisladores demócratas piden a Devin Nunes, presidente del Comité Selecto de Inteligencia, que cite a testificar a Paul Manafort, a Roger Stone, confidente de Trump, quien “predijo” el impacto de la “sorpresa de octubre” de Wikileaks en la campaña de Hillary Clinton, al congresista Carter Page, a JD Gordon y otros colaboradores de Trump, para que expliquen la naturaleza de los contactos con altos funcionarios del gobierno de Vladimir Putin con los que, de acuerdo a reportes, al menos Michael Flynn abordaron el tema del posible levantamiento de sanciones económicas a Rusia, impuestas por Estados Unidos, luego que el gobierno de Moscú invadió y se anexó Crimea al tiempo que apoya a rebeldes pro Rusia en Ucrania.