WASHINGTON. Ni los jóvenes Dreamers que piden justicia migratoria ni los activistas de Black Lives Matter que gritan contra la brutalidad policial; el verdadero indignado en Estados Unidos es el hombre blanco, frustrado con un sistema que le ha privado de su promesa del “sueño americano”.

 

El hombre blanco -privilegiado desde la fundación de EU y desde hace medio siglo asentado en la clase media- está abocado a diluirse en una nación que ha experimentado un auge migratorio, donde se está dando un cambio generacional a favor de los millenials y de paradigma económico que ha alimentado su enfado con la clase política tradicional.

 

Una encuesta publicada este mes por la cadena NBC muestra que 54% de los blancos de EU están “enfadados”, por encima del 43% de los latinos o 33% de los afroamericanos que, pese a tener los peores índices de pobreza y población carcelaria, son los que más respondieron positivamente a la pregunta “¿sigue su sueño americano vivo?”.

 

Ese sueño, según el cual si se trabaja duro se medrará, era una certeza para los blancos estadounidenses del Baby Boom de postguerra, el tronco de la población votante, muchos de los cuales ahora jalean a Donald Trump ante las presidenciales de final de año pese a los que restan importancia a su fenómeno.

 

Los obreros y la clase media que votan a los republicanos se han despertado al hecho de que el Congreso (de mayoría republicana) parece no responder a las necesidades de las personas, ni deshacerse de Obamacare y echar a los inmigrantes.

 

Las elecciones estadunidenses se han convertido para los votantes republicanos en un examen que tendrá que aprobar el que más tema a los inmigrantes; al terrorismo; a la pérdida de empleos y al declive económico; en resumen: de que Estados Unidos se vaya al declive. Al combinar todos estos elementos se obtiene a Donald Trump, que domina la campaña republicana y su ventaja en las encuestas sigue creciendo.

 

“Los republicanos han elegido explotar el miedo y asustar al votante más mayor que ha visto que el mundo en el que vivían ya no gira en la misma dirección y las cosas no son como le habían dicho que serían”, explica Simon Rosenberg, estratega de campaña y fundador de NDN, un centro de estudios políticos progresista.

 

Rosenberg, que ha investigado en profundidad los cambios demográficos por los que ha pasado EU en solo dos décadas, opina que pese a todo hay que “ser comprensivo” y entender las frustraciones que han llevado a una parte importante del electorado blanco a aplaudir los comentarios xenófobos de Trump.

 

La del hombre blanco es una tragedia silenciosa. Según un estudio presentado este invierno por el economista y Premio Nobel Angus Deaton, el índice de depresión, drogadicción y suicidios entre los blancos de mediana edad (más de 45 años) y sin estudios universitarios en EU es el más alto de todo el mundo desarrollado.

 

No solo eso. En Estados Unidos, en esa parte de la población se ha dado un aumento del índice de muertes por alcoholismo, abuso de opiáceos o suicidios cuando en todos los demás grupos demográficos y los otros países desarrollados la tendencia ha sido a la baja.

 

Generalmente, los estudios sobre ingresos por raza agregan los de todos los hogares blancos, pero dentro de esa categoría bien avenida existe una que se ha visto tan afectada como las minorías por la recesión de 2009: los blancos sin formación universitaria y empleos de bajo valor añadido que han despertado del tan repetido “sueño americano”.

 

En parte, son esos blancos afectados por la recesión los que alimentaron al movimiento conservador del Tea Party en 2010 y, pese a que existen diferencias, son los que han llenado los mítines de Trump para escuchar de sus labios el enfado que sienten.

 

“Estoy enfadado por muchas razones, pero no voy a estar enfadado mucho más tiempo. Cuando arreglemos esto seremos felices”, indicaba en Iowa esta semana Trump, un showman que ha conseguido conectar con el malestar de los blancos.

 

Ese enfado y frustración ha sido fruto de la ruptura de un valor básico del individualismo estadunidense, ser autodependiente, algo cada vez más difícil en una economía globalizada y cambiante.

 

Por el momento, el Partido Republicano, que ha capitalizado este descontento con un viraje más conservador que le ha procurado el control del Congreso, se ha dejado tentar por las frustraciones del electorado blanco de mediana edad y baja formación.

 

Rosenberg añade: “lo que estamos viendo es un protesta enconada de personas que trabajaron duro y ahora viven en un país que cambia y les deja fuera de juego. No es algo pasajero o inconsecuente”.