Si algo tienen en común dos sociedades tan distintas como la inglesa y la argentina es el asfixiante trato que reciben sus respectivas Selecciones nacionales: de la prensa, de la afición, de diversos niveles políticos, incluso con la permanente sensación de que la devoción supera con rotundidad a los resultados, de que se sobrevalora a su representativo, de que los fracasos son inevitable destino –los británicos no han ganado algo relevante desde 1966; los albicelestes, desde 1993.

 

Equipos que padecen en su relación con el entorno, el cuadro sudamericano rompió el martes con la prensa, al tiempo que el inglés ensaya su enésimo control de daños por una borrachera.

 

Dos casos muy diferentes. En el primero, Lionel Messi, acompañado por el resto del plantel, anunció que no harán más declaraciones, luego de que un comunicador difundiera que Ezequiel Lavezzi había fumado marihuana en plena concentración. En el segundo, Wayne Rooney, capitán y seña del plantel, se coló a una boda en el hotel que hospedaba a la Selección y, a la luz de las fotos filtradas, bebió muchísimo más de lo adecuado.

 

En el fondo, hay un par de temas medulares: presión e invasión. Futbolistas que rinden espléndidamente a nivel de clubes no consiguen replicarlo con la casaca nacional, porque desde antes de comenzar el partido ya van derrotados; por la opinión pública, por la rumorología, por el estado de decepción colectiva, por la excesiva expectativa. Todo lo anterior lleva a que se invada con recurrencia su vida privada: mujeres, rutinas, gastos, disciplina.

 

Rooney, lesionado y por ende no elegible para jugar ese día contra Escocia, se equivocó en la cantidad, pero hasta cae bien por la ocurrencia de haberse invitado a un evento ajeno. En un deporte cuyos héroes se han aislado del todo de la realidad, al grado de cada vez ser más difícil toparse con ellos en tiendas, restaurantes, espacios públicos, su irrupción en una boda parece un sensacional refresco. Más allá de que quienes se casaban y sus invitados gozaron la anécdota de su vida, el único problema es que al crack aparentemente le sobraron unas cuantas copas (y que ignoró que los tentáculos de los tabloides abarcan más que cualquier aparato de inteligencia).

 

Lo de Lavezzi es distinto por no haber pruebas…, y se equivoca quien diga que la imagen de un chat lo es: cualquier burrada, broma, exceso que reciba de mis contactos no pueden ascender veloz a un estatus de verdad. La palabra indispensable es responsabilidad, justo lo que suele faltar a quienes viven de estos cotilleos.

 

El error argentino ha sido vetar a la prensa de su país en bloque y no limitarse en contra del específico difamador; en tiempos en los que se hace común señalar a los medios de comunicación como causa de todo mal, carece de sentido común (aunque sea entendible) su proceder; no es lo mismo hablar del buen o mal desempeño de un elemento (finalmente, trabajo de un analista), que aventar tamaña bomba.

 

Al final, argentinos e ingleses, tan enemistados por el futbol, son hermanos de un mismo dolor: que en sus Selecciones nacionales viven sofocados al ser convocados, al entrenar, al vivir, al jugar. Y eso se nota.

 

Twitter/albertolati

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