NUEVA YORK. Acaba de cumplir 32 años y ha rozado el cielo financiero de Wall Street, pero hasta hace poco Julissa Arce podría haber sido deportada de Estados Unidos en cualquier momento: era otra mexicana indocumentada que ahora, con los sueños cumplidos, quiere gritar al mundo que “sí, se puede”.

 

“Quiero contar mi historia para toda la gente que se encuentra en la situación en que yo estaba. Que no dejen que un papel los limite, ni que las leyes les indiquen hasta dónde pueden llegar. Quiero ayudar a cambiar la percepción que este país tiene de los inmigrantes”, afirma en una larga entrevista.

 

Arce vivió en Taxco (México) hasta los 11 años, cuando sus padres decidieron que se trasladaría con ellos San Antonio (Texas), un cambio que supuso mucho más que despedirse de su vida acomodada. Pero cuando cumplió 14 años se le acabó el permiso de turista y comenzó un “miedo” que la ha perseguido durante mucho tiempo. “Un día mi madre me dijo que no podíamos ir a México porque mi visa ha expirado y que si fuéramos quizás no podría regresar a Estados Unidos”.

 

En ese momento de su vida, las mayores consecuencias de su nuevo estatus migratorio pasaban por no poder acceder a estudios superiores. Afortunadamente, una ley estatal recién aprobada le permitió ser aceptada en la Universidad de Texas en Austin, donde su esfuerzo y ambición la seguían premiando con las mismas excelentes notas que obtuvo el instituto.

 

Hasta que la construcción de un museo en San Antonio le obligó a cerrar el puesto de churros con el que pagaba las tasas universitarias, un pequeño estante que había heredado de sus padres antes de que se trasladaran de nuevo a Taxco. Sin papeles no podía trabajar y sin un empleo no podía seguir estudiando.

 

No fue hasta ése momento que decidió comprar papeles falsificados a través de una persona conocida, con lo que aumentaba su temor a ser descubierta.

 

Arce tenía ahora unos papeles que la podían llevar a la cárcel, pero que, sin embargo, le permitieron finalizar sus estudios con éxito y acabar siendo seleccionada para trabajar en uno de los principales bancos de inversión y uno de los símbolos de Wall Street, Goldman Sachs, donde creció profesionalmente hasta tener grandes responsabilidades.

 

En 2009 “volvió a respirar” cuando se casó con su pareja, un ciudadano estadunidense que conoció en la universidad, y gracias a él pudo conseguir un permiso de residencia y la consiguiente ciudadanía.

 

Arce dejó Goldman Sachs y, tras reflexionar durante un tiempo, decidió que quería ayudar a las personas que siguen sufriendo la situación que le atemorizó durante tantos años. Por este motivo, ahora trabaja en Define American, una organización que se propone cambiar la cultura del lenguaje y la percepción de los inmigrantes en Estados Unidos a través de los medios de comunicación y de Hollywood.