Acusar a un colega de vender humo, es directamente descalificarlo y confinarlo al plano de los embusteros, de los estafadores, de los que ofrecen un producto que, bien saben, no terminarán por entregar a quien les ha contratado.

 

Bajo tan severa definición, nada cambia que Ricardo La Volpe, al haberse referido a Paco Jémez con ese término, haya abierto su declaración a TDN con un “no me gusta hablar de los DTs porque debo tener respeto” ni que la haya cerrado con un “es mi punto de vista, no quiere decir que tengo la razón”.

 

Nada cambia, porque el concepto en sí es lapidario e irrespetuoso, como comprobaremos si hurgamos en su origen. En la antigua Roma solía encasillarse como Venditio Fumi a aquel que aseguraba tener contactos de altísimo nivel para destrabar cierto problema y cobraba por ese servicio. Según relatan numerosos libros italianos de derecho (reviso uno que me topé en internet, escrito por Roberto Giovagnoli), 1800 años atrás, un tal Vetronio Turino se jactaba de su acceso directo al mismísimo emperador Marcus Aurelius Probus Augustus. Toda vez descubierta la mentira, fue condenado a muerte por asfixia en humo: fumu punitur qui fumu vendit (“castigo de humo, al que humo vendió”).

 

Así de grave es lo dicho por La Volpe, quien buscó legitimar esa opinión, reiterando su pertenencia a la cultura futbolística mexicana (a la que, a su vez, también ha descalificado en plenos vestuarios y ante futbolistas nacionales).

 

La única defensa posible de Paco Jémez llegará con resultados y sobra todo lo que se diga sin números en la mano. Se le dieron refuerzos que lucían idóneos, se le entregó control total para sacar a Cruz Azul de la peor crisis de su historia y, de momento, es evidente que no lo ha conseguido: varios partidos sin ganar y el antepenúltimo sitio en la clasificación no mienten.

 

Establecido lo anterior, el propio La Volpe sabrá que puestos a apegarse a lo logrado por muchos de los colectivos que ha entrenado, también le pudo ser colocado encima tan ruda etiqueta, también se le pudo acusar de vender humo (o, en términos de nuestra Conquista, de vender espejos). Ya en Boca Juniors, al que se jactó que haría campeón dirigiéndolo desde un helicóptero, ya en la abrumadora mayoría de sus equipos que se quedaron sin consumar la meta: algunos más cerca, algunos más lejos, casi todos sin corona.

 

Alguna vez habló de los jóvenes que formaba y la estética que sus onces alcanzaban. Dos nociones que, al cabo de cinco meses de gestión, su América de ninguna manera ofrece.

 

¿Basta eso para llamarle vende-humo? No me parece, porque antipático o no, porque popular o no, porque eficaz o no, sabemos que trabaja y lucha por los objetivos que se le exigen…, tal como Jémez.

 

Ahora que para humos, ninguno como el que hace cortinas. Esas que sirven para tapar la realidad, esas que se levantan al hablar ruidosamente de lo ajeno y pretenden alejar el debate de lo propio.

 

Twitter/albertolati

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