Quién dice que un fin de semana excedido de Copas es malo para la salud? Consumimos de Italia, Francia y lo hicimos a placer de España. Nada nos detuvo en Inglaterra y nos excedimos hasta Portugal, y  si para nosotros fue demasiado, imagínese para Pep Guardiola que se atragantó nuevamente con una Copa, la séptima en su carrera para ser exactos.

 

Embriagarse de victoria es un lujo; hacerlo frente a equipos que poseen un sello histórico, aun mejor. Porque difícilmente veremos otro Barcelona como el que hoy tenemos. Si bien no irrepetible lo que ha conseguido Guardiola con Bayern Múnich, la riqueza táctica que se ha desparramado en la mesa de futbol es bien valorada. Un cuadro como el de Turín no tiene segundas partes porque tiene como pocos un sello distintivo. Un sabor amargo nos dejan en Portugal por no podernos alejar de este mexicanísimo sentimiento cada que hay un paisano buscando el éxito mientras que el arraigado sabor parisino se rinde por última vez ante un sueco que los ha enamorado. Quizá la menos festejada es la inglesa del Manchester United que a pesar de terminar con una extendida sequía de tres años, la FA suena a poco después de la depresión futbolística que Louis Van Gaal no pudo hacer desaparecer.

 

Menudo fin de semana de Copas, y por si fuera poco, nadie nos impidió ni fuimos criticados por acudir a un “after hours” (tiempos extra), para terminar la jornada.

 

Termina el año futbolístico en Europa y lo hace con la cuota necesaria de dramatismo donde casi todos los equipos fueron capaces de demostrar la hegemonía de Liga. Un nivel de competencia envidiable aunque en algunos casos el de espectáculo quedó por debajo de lo deseado. Pero de igual forma se agradece este cierre cargado de angustia que nos deja en posición de arranque para lo que viene en el verano con la Copa América, la Eurocopa de Francia y los Juegos Olímpicos de Brasil; mejor, imposible. Por si no fuera suficiente la Final de la Liga de Campeones con los dos de Madrid nuevamente, y valga el espacio para establecer con claridad la supremacía de los equipos españoles a nivel continental. Los continuos y firmes pasos Colchoneros no dejan lugar a dudas que en este planeta futbol cabemos todos: los ofensivos, los defensivos, los que procuran el espectáculo y los que ni por encima del hombro lo miran. Un deporte incluyente en el que no basta la calidad si no hay desgaste físico de por medio, pero que castiga al que intenta salir victorioso basado en la entrega, la garra, la lucha… y los huevos, porque sin inteligencia estratégica difícilmente se consigue llegar a la meta. Y no se trata de dinero porque Sevilla no es de las nóminas envidadas en el mundo, se trata de tenerlo y usarlo como se debe para entonces encontrar el equilibrio exacto como el que hoy presume Barcelona; que si bien no ganó con su sello, sigue consiguiendo trofeos.

 

El producto local no fue nada malo: el regreso de Necaxa toca fibras muy sensibles en sus aficionados, de los pocos que quedan de aquella vieja guardia que más allá de celebrar el regreso anhelan su permanencia.

 

Y el americanismo dolido por la forma en que se dio la eliminación, y podemos ir por partes: habrá que  reconocer la supremacía regiomontana en el juego de vuelta. Monterrey fue más y mejor equipo y quizá no merecía un boleto que incluyera polémica, pero no deja de ser eso, polémico, porque nadie podría establecer que ha sido (suponiendo sin conceder), un error arbitral. La jugada está en la frontera y ni siquiera con las repeticiones se genera consenso; y cuando eso sucede, debemos recordar algo que de pronto olvidamos: el árbitro es humano y está expuesto a los errores. Puede ser o no penal, pero nada que se asemeje a las teorías de conspiración que circulan.